tres momentos claves del 2020
por Vicente Soriano Tlachi
Más allá de considerar al 2020 como el año del Coronavirus, se hace necesario indicar que la indiferencia y la desmemoria ganó gran protagonismo, pues la pandemia desató una distinción entre los que sí tienen dinero y quienes apenas viven al día; una distinción entre los que sí obedecieron las normas de sana distancia y los que vieron a la enfermedad como una farsa, por no decir una oportunidad para estar friega y friega a la opinión pública con fake news. Este 2020 también deberá recordarse como el año que el voto bien pensado permitió un cambio de dirigente en el país que considera la democracia como su bandera, Estados Unidos de Norteamérica; finalmente, el 2020 nos dejó claro que podemos prescindir de viajes, conciertos, centros comerciales, misas, peregrinaciones, sermones religiosos, entierros multitudinarios, pero no de los médicos y las enfermeras, quienes se han erigido como nuestros grandes héroes. Puede que haya habido otras noticias relevantes como la conjunción de Urano y Saturno sobre nuestro cielo decembrino, creando un efecto luminoso conocido como la Estrella de Belén, o que Argentina haya legalizado el aborto; lo cierto es que las noticias seguirán viniendo, y es por eso que nos disponemos a dar nuestra humilde opinión sobre un año que no trajo cosas buenas, y que yo creo que nadie extrañará a partir del primer segundo del 2021.
Coronavirus: la tragedia y la estadística
José Stalin alguna vez dijo: una única muerte es una tragedia, un millón de muertes es una estadística. A partir de marzo del 2020, al menos en México los otrora partidos poderosos han vociferado como energúmenos contra el presidente de la República y el Dr Hugo López Gatell, tachándolos de responsables de las muertes de tantos mexicanos. Cuando, en realidad, es todo lo contrario.
Los muertos ya se contaban por miles antes de la llegada del coronavirus, incluso, antes de que llegara López Obrador a la Presidencia de la República. Y para muestras un botón. Antes que dejara la presidencia de la república Carlos Salinas de Gortari, esto le escribieron desde la Selva Lacandona: ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿Los que, durante años y años, se sentaron ante una mesa llena y se saciaron mientras con nosotros se sentaba la muerte, tan cotidiana, tan nuestra que acabamos por dejar de tenerle miedo? ¿Los que nos llenaron las bolsas y el alma de declaraciones y promesas? ¿Los muertos, nuestros muertos, tan mortalmente muertos de muerte «natural», es decir, de sarampión, tosferina, dengue, cólera, tifoidea, mononucleosis, tétanos, pulmonía, paludismo y otras lindezas gastrointestinales y pulmonares? ¿Nuestros muertos, tan mayoritariamente muertos, tan democráticamente muertos de pena porque nadie hacía nada, porque todos los muertos, nuestros muertos, se iban así nomás, sin que nadie llevara la cuenta, sin que nadie dijera, por fin, el «¡YA BASTA!», que devolviera a esas muertes su sentido, sin que nadie pidiera a los muertos de siempre, nuestros muertos, que regresaran a morir otra vez pero ahora para vivir?
Los gobiernos sucesivos, gobiernos neoliberales, lejos de cambiar las cosas, las empeoraron, incluso, uno de esos expresidentes promovió una guerra contra el narco, cuando en realidad fue una guerra donde fortaleció un cártel, el cártel de Sinaloa. Además, ante la prensa, los presidentes de extracción priísta y panista se mostraban enorgullecidos por la entrega de hospitales, pero el coronavirus reveló la farsa: edificios sin equipamiento y personal calificado. Si pensamos con detenimiento el fenómeno del coronavirus, nos damos cuenta que no solo es un problema geopolítico, sino moral.
Si la gente que compone la mafia del poder, PRIAND y periodistas chayoteros relevaran sus intenciones, quizá una buena parte de mexicanos que hoy reniega en usar cobrebocas, lo usarían sin rezongar. El problema es que no lo harán, pues los antes mencionados ven en los muertos su posibilidad de llegar a la cámara de diputados y senadores para el 2021; ven en los muertos el regreso de sus privilegios, conformado por los fajos de billete y regalos de gran caché como caserones, bolsas de diseñadores de gran renombre, viajes en primera clase; ven en los muertos un mecanismo de desestabilidad social; de ahí que ven con mala espina la manera en cómo el gobierno federal ha planificado la campaña de vacunación, siendo los médicos y las enfermeras los primeros que DEBEN recibirlas, después los adultos mayores de 60 años, seguidos de los adultos menores a sesenta años y así sucesivamente.
Claro, el coronavirus no desaparecerá tan fácilmente, debido a las constantes mutaciones del virus; he ahí que el tapabocas se esté convirtiendo en un artículo de primera necesidad, un artículo que estará ceñido a nuestro cuerpo como los propios calzones (por desgracia, uno camina por la calle y se topará con tapabocas tirados en la banqueta o la canaleta como tangas ultrajadas; lo peor es que hay gente que las recoge, las lava y las vende a bajo precio y hay ingenuos comprándolas, cuando lo más correcto sería quemarlas). Sin embargo, a la gran mayoría de las personas no les agrada protegerse con el tapabocas, lo llevan como protector para la papada o los labios, cuando deben abarcar su nariz, aunque resulte molesto estar respirando el dióxido de carbono; además, se les ha recomendado la sana distancia, la no asistencia a lugares donde se junten multitudes, pero la gente ahí va de necia a esos eventos como si fueran hermanos de Superman o de la Mujer Maravilla.
La indiferencia provocará la muerte de más mexicanos, así sean ricos y pobres, profesionistas y analfabetas, solteros y casados, viudos y por casarse, jóvenes y viejos, bellas y no tan agraciadas, chaparros y altos, de cuerpos esculturales y cuerpos escuálidos, morenos y güeros, prietos y pálidos, rubias y pelinegras. Y es ahí donde no podemos culpar al Presidente de la República, así como al vocero de Sanidad. El derecho y la responsabilidad de vivir corresponde a cada uno de nosotros. Cuidarnos es obligación de todos.
Adiós al berrinchudo Trump
Después del 3 de noviembre, el mundo no sería el mismo en Estados Unidos de Norteamérica, pero tampoco la política internacional. Tanto Trump como Biden se declaraban los ganadores absolutos de la contienda. El problema eran las acusaciones de llenado de casillas, de alteración del contador electrónico de votos. Sin embargo, para el 7 de noviembre Biden llevaba una sonora ventaja, por lo que podía ser declarado como ganador y por ende, presidente electo; pero Trump insistía en el fraude electoral. Y estas declaraciones dividieron al mundo, pues hubo mandatarios que sí enviaron sus felicitaciones al presunto presidente electo, en tanto otros reservaron su mensaje, tal fue el caso de Vladimir Putin, Bolsonero y Andrés Manuel López Obrador. Dicha división tenía sus motivos de fondo.
Durante la administración trumpista se estableció una máxima para la inmigración: disuadir la entrada de cualquier persona ajena a los Estados Unidos. Trump nunca ocultó su rechazo a la integración de los inmigrantes e incluso convirtió el asunto en su tema de campaña y de política exterior: “¡Construyan el muro!”, culpando a México del gran flujo migratorio. Apenas se hizo en el poder, Trump ordenó la contratación de 15.000 agentes para el Departamento de Seguridad Interior, a lo que le siguió el fortalecimiento de la policía de inmigración y la patrulla fronteriza. Las redadas para localizar y deportar a inmigrantes sin documentación se convirtieron en escenas cada vez más comunes en diversas ciudades. Por si fuera poco, en los consulados y embajadas de EUA en todo el mundo los criterios para otorgar visados se endurecieron. Los primeros en experimentarlo fueron los trabajadores especializados, aquellos con visados H1-B, que desde 2017 son sometidos a un estricto escrutinio. Ante la pandemia del coronavirus, la emisión de documentos migratorios se tornó polémico. Trump firmó una orden ejecutiva para impedir la emisión de algunos visados de trabajo —bajo el argumento de que la economía local debe fortalecerse con el trabajo de los estadounidenses— y también restringió la entrada de estudiantes universitarios. El virus sirvió, además, como justificación para cerrar el tránsito de la frontera con México varios meses.
Por supuesto, si la economía estadounidense había experimentado un constante crecimiento en la era Obama, con Trump empezó su declive, el cual se atenuaría con el coronavirus. Y aunque Trump impuso aranceles a las importaciones y renegoció acuerdos comerciales, con el objetivo de proteger a la industria doméstica de la competencia de países con salarios más bajos, como China o México, el resultado más claro ha sido una costosa guerra comercial con China, provocando que el euro se fortalezca y economías emergentes como la mexicana y la brasileña se estén inclinando hacia el poder chino.
Además, la era Trump se caracterizó también por sus políticas contra el cambio climático. El 1 de junio de 2017, Trump anunció solemnemente desde el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca que Estados Unidos se retiraba del Acuerdo del Clima de París. Alegaba razones económicas y unas supuestas obligaciones que debilitaban a EE UU ante otros países. “Es hora de poner a Youngstown, Detroit y Pittsburgh por delante de París”, dijo. Desde entonces, EUA ya no está formalmente comprometido con la reducción de emisiones contaminantes como país, a pesar de ser el segundo mayor emisor tras China.
En estos cuatro años, la política exterior de Trump fue una política tuitera. Desde que era candidato presidencial y durante su mandato, pensó que twitter iluminaría las mentes de los norteamericanos como una lámpara mágica. Pero no lo consiguió masivamente tal y como lo pensaba. Se convirtió en víctima de las redes sociales al utilizarlas de manera exagerada hasta el punto que gobernó cuatro años con los disparos matutinos de tuits sin consultar a sus asesores, por lo que se contradecía a cada rato. Trump no siguió la política exterior de Obama. Intensificó el embargo hacia Cuba, puso mano duda en el acuerdo nuclear con Irán. El supuesto acuerdo del siglo entre Israel y Palestina, solo fue un acuerdo que benefició más a Israel. Si hablamos de logros discretos, sería la reunión con el líder nortcoreano, que derivó en que solo vivan ambas naciones una competencia armamentística, pero si caer en la guerra; otro logro más sería el reciente acuerdo económico entre Serbia y Kosovo, que Trump celebró en un tuit en el que ubicaba al segundo país en Oriente Próximo. Pero el papel decididamente proactivo de Washington en los Balcanes no es nuevo, ni tampoco altruista, sino que obedece a la necesidad de contrarrestar la entrada triunfal por la región de la Nueva Ruta de la Seda china en Europa; dicho de otra manera, durante la era Trumpista, el país que mejor se benefició de su política tuitera sería China; de ahí que el poder del dólar se esté tambaleando; de ahí que naciones como México y Brazil, estén construyendo acuerdos comerciales con China. A Biden le toca reconstruir la política exterior y demostrar que el Imperio todavía sigue en pie.
Médicos, enfermeras y demás personal sanitario: nuestros grandes héroes
Desde marzo del 2020, al menos en México, los médicos y enfermeras no sólo vienen luchando contra el virus, sino contra la frialdad y menosprecio de la gente. La pandemia, que se oficializó en el país el 20 de marzo, se llevó en México una primavera, una Semana Santa, una temporada de lluvias, las fiestas patrias, las fiestas guadalupanas y ahora una Navidad. Casi diez meses después en que se puso de manifiesto que el sistema de salud mexicano pende de un hilo (por culpa de los gobiernos anteriores que no dejaron la infraestructura adecuada), solo sostenido por el personal de Salud que ha estado en primera línea y se niega a soltarlo.
No solo se trata de Médicos y enfermeras, también de químicos, terapistas, farmacéuticos, trabajadores sociales, personal de mantenimiento, nutriólogos y cocineras, personal administrativo y de limpieza que no dudaron en separarse voluntariamente de sus familias y dejar de lado su vida social desde marzo para entregarse a cuidar pacientes a costa de su propia vida. Sin embargo, en México hubo algunos médicos y enfermeras que, por edad y enfermedad, por no decir que por orden presidencial están resguardados en sus casas; a esos no podemos llamarlos héroes, pero en caso de que los primeros sean vencidos, ellos son el relevo.
Sería un lugar común preguntarles a los médicos y enfermeras que están sirviendo en hospitales covid si se habían imaginado una situación como esta, o si tuvieron deseos de renunciar al ver que no contaban con suficientes insumos o eran superados por el ingreso de pacientes. La primera respuesta la interrogante es obvia, ellos jamás imaginaron semejante escenario; en torno a la segunda, las respuestas son variadas, desde que es injusto que haya médicos y enfermeras guardados en su casa mientras ellos están en plena friega, y el pánico que sienten ante la enfermedad (pasan de 6 a 8 horas sin tomar agua, sin ir al baño, enfundados en un traje), pues han visto cómo varios de sus compañeros han enfermado y muerto; sin embargo, saben que tienen que estar ahí, pues para eso estudiaron e hicieron un juramento solenme, para salvar vidas.
Por desgracia, hay gente que no ha entendido la lucha interna y sentimental que vive en personal sanitario frente a la pandemia, sobre todo cuando salen de sus trabajos y solo piensan en llegar a su casa a sentir el abrazo de sus hijos y esposos, como si ese abrazo les cargara la pila y les diera fuerzas para seguir adelante. Espacios noticiosos nos han hecho saber que gente sin escrúpulos ha atentado contra la vida de enfermeras, rociándoles cloro, o simplemente, evitando que entren a tiendas o suban al transporte público.
Por supuesto, una de las grandes satisfacciones de todo el personal implicado es ver a un paciente saliendo de los cuidados intensivos, luego de recuperar sus fuerzas para respirar. A esos pacientes recuperados de las garras de la muerte se les pide un grandísimo favor: que hablen con la gente y les digan que virus existe, es potente y los puede matar.
Yo no olvido el año viejo, ¡cómo chingaos no!
Hay memes y tiktoks indicando que la gente que se le ocurra cantar el estribillo de esa canción debe dársele una buena pamba. No soy de aquellos que apoye la moción, pero sí estoy consciente que este año será inolvidable para la gran mayoría de mexicanos y resto del mundo, sobre todo para quienes no enfermamos del coronavirus, pero vimos la muerte de algún amigo o un ser querido.
Entre las grandes lecciones que nos dejó este 2020 refiere a que la humanidad se volcó hacia las tecnologías de la información. Si antes eran mal vistas las plataformas educativas, fueron éstas las que permitieron controlar el rezago educativo, también fueron las redes sociales las que hicieron soportable el aislamiento. Los abrazos y los besos se dieron y se seguirán dando en forma de emojis. Las reuniones familiares se planificaron como sesiones online. Y no dudo que muchos se estén deseando ya un feliz año nuevo a través de un tuitazo o un whattsapp, como también deseándose paz, amor, pero sobre todo y ante todo, SALUD; por eso extiendo a mis estimados lectores y gente que sigue a Encuadre, MIS MEJORES DESEOS Y TENGAN PUES, UN FELIZ 2021.