en esta semana se festejan 500 años de la conquista del imperio azteca, una conquista que estuvo envuelta en el mito del regreso del gran dios
Poco después de conocer a Malintzin o Malinche (un 14 de marzo de 1519), Hernán Cortés quiso saber las razones por las cuales los indígenas los miraban con asombro.
Malintzin contaría en lengua maya la Vida y Obra de Quetzalcóatl, así como la profecía que lanzó sobre su regreso, en tanto Jerónimo de Aguilar (un español que ocho años antes había naufragado por las costas de Yucatán) traducía del maya al español. Curiosamente, Cortés se dio cuenta que conquistadores anteriores a él habían comenzado la aventura de esas tierras siguiendo las huellas por donde el dios de piel blanca y barbas largas había caminado (dicho de otra manera, habían comenzado por Cozumel, Islas Mujeres, Centla y estaban cerca de la ciudad de Zempoala). Cortés se dio cuenta de la utilidad de los datos.
Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl llegó al pueblo tolteca para compartir su conocimiento con los habitantes de Tollan, la ciudad más importante de esta civilización. Poco a poco se ganó el respeto entre los toltecas, quienes lo llamaron “La Serpiente Emplumada”, haciendo referencia al dios de la naturaleza y la vegetación, convirtiéndose en una especie de gobernante y semidios. Pronto, la ciudad de Tollán se convirtió en un vergel, donde había milpas que fructificaban maíces de todos los colores, los árboles daban fruto de acuerdo a la estación y había suficiente alimento gracias a la caza. Sin embargo, prohibió los sacrificios humanos.
Ce Ácatl Topolzin Quetzalcoatl hacía sacrificios a los dioses creadores, quemando incienso y ofreciendo algunos animales como palomas y garzas. Esta forma de adoración molestaba mucho a los adoradores de Tezcatlipoca, y urdieron un plan para hacerlo caer. Tezcatlipoca, convertido en un anciano, le llevó una jarra de una bebida que lo alegraría mucho y le quitaría esos achaques en el estómago (esa bebida era el pulque). Sin pensarlo, el gobernante se lo tomó. Pronto comenzó a sentirse mejor, por lo que quiso más. El supuesto anciano le sirvió vaso tras vaso hasta embriagarlo. Sin darse cuenta, Quetzalcoatl se equivocó de aposento. Cuando despertó, en medio de la cruda, se dio cuenta que se había acostado con su hermana.
Tezcatlipoca y sus seguidores hicieron una campaña de desprestigio, tachándolo de sucio, impúdico y hasta de ratero. Quetzalcoatl no se sentía digno de seguir gobernando a sus súbditos (que ya lo miraban con desconfianza) y decidió salir de Tollan, no sin antes advertir que pasados los años, hombres provenientes del oriente vendrían a juzgarlos.
Encontró la paz en Cholula. Durante un buen tiempo esta ciudad vivió una época de esplendor, convirtiéndose en la ciudad donde los hombres vivían como dioses. Por desgracia, los seguidores de Tezcatlipoca llegaron a la ciudad y contaron lo sucedido en Tollan. Quetzalcoatl iría a Mitla, pero allá sería alcanzado nuevamente. Entonces marchó hacia Yucatán donde logró encontrar la paz durante muchos años, siendo conocido como Kukulkan. Enseñó a los mayas a confeccionar el henequén, a construir templos, a contar los días. Por desgracia, otra vez los seguidores de Tezcatlipoca llegarían sembrando el caos.
Al darse cuenta Quetzalcoatl que era inevitable desprenderse del enemigo, se encaminó hacia el mar. Allá agarró varias serpientes, las fue entretejiendo hasta hacer una barca y buscó acomodarse. Antes de que oscureciera, les prendió fuego y como si fuera un cohete, empezó a subir al cielo. Los pocos hombres y mujeres que le siguieron comenzaron a decir que la estrella más brillante del crepúsculo era él.
Después de doblegar al señorío de Zempoala, Cortés se apropió del mito de Quetzalcoatl, diciendo que él y sus hombres eran enviados del dios, y por eso sentían la necesidad de encontrarse con el gobernante de la gran Tenochtitlan, Moctezuma, para reclamar el trono. Entre más pueblos vencía, la figura de Cortés como un dios se engrandecía.
Un 8 de noviembre de 1519, en la Calzada Iztapalapa, Cortés se encontraría con Moctezuma. Tuvo ganas de estrecharlo entre sus brazos, pero los acompañantes del emperador de Tenochtitlán se lo impidieron al darse cuenta que esos dioses apestaban a muerto (apestaban a sudor).
Lo que no sabía Cortés es que meses después, un grupo de mexicas atacaría la guarnición de Nautla y decapitarían no solo a varios soldados españoles sino también a los caballos, y llevarían la evidencia al palacio de Moctezuma, tan solo para decirle que esos dioses no solo apestaban, sino que sangraban. Tal acción desencadenaría en el arresto del emperador, y por ende, en el fin de un imperio. El azteca.
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