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500 años de la conquista: Los virus, el invasor silencioso

la caída del imperio azteca también podría acusarse como una guerra viral, donde la viruela y el cocolixtli hicieron de las suyas

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500 años de la conquista: Los virus, el invasor silencioso
12 ago., 2021
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por Vicente Tlachi

 

Después de que Hernán Cortés venciera a Pánfilo Narváez en Zempoala (Veracruz) y lo enviara prisionero a España, se apropió de su ejército conformado por unos 600 hombres, mismos que se sumarían a los que ya estaban en Tenochtitlán. Luego de arrastrar los barcos en que vinieron hasta la playa para que fueran destruidos por el viento y el sol, comenzaron a caminar con dirección a la gran Tenochtitlán

Entre esos nuevos aventureros venía un soldado de piel negra. Venía enfermo de viruela. La tos expulsada, las heces fecales dejadas en el camino, la convivencia hecha con los indígenas fue el caldo de cultivo para la propagación del virus.

En el camino muchos indígenas morirían de viruela, pero también muchos indígenas de otros pueblos se iban sumando al ejército de Cortés. Para los españoles, esta enfermedad era una más que ya había pasado por su cuerpo. En Europa la viruela había hecho estragos en la población por siglos, junto con otras enfermedades como el sarampión y la Peste Negra. Los hombres que conformaban el ejército de Cortés eran unos sobrevivientes de enfermedades virales. Los indígenas, no.

Cuando Cortés y su ejército entraron a Tenochtitlan la encontraron hecha un caos. Moctezuma había muerto. El nuevo emperador azteca no quería tratos con él y sus hombres. En medio de una lluvia de piedras y flechas, Cortés saldría de la ciudad junto con sus hombres por la noche. Sin embargo, cada uno de ellos llevaba entre sus ropas una parte del tesoro de Axayalcatl. Los mexicas los fueron acorralando en la salida de Tacuba, que era uno de los accesos a la ciudad. Los aztecas habían cortado el acceso. A medida que iban cayendo los muertos, Cortés y sus aliados lograron salir, pisando cadáveres. Horas después, sentado en el tocón de un árbol, lloraría su derrota. Habían muerto cerca de 400 soldados españoles, 200 caballos y más de 1000 indígenas aliados. Era un 30 de junio de 1520. Esta severa derrota para Cortés sería una Noche triste.

Mientras los aztecas o mexicas festejaban la victoria, el virus de la viruela entró sigiloso en el cuerpo de ellos. Con el paso de las semanas empezaron las fiebres, las erupciones en la cara y en buena parte del cuerpo. Los curanderos indígenas no pudieron hacer nada. Poco a poco empezaron a morir. Incluso, terminaría muerto el emperador que sustituyó a Moctezuma llamado Cuitláhuac. Apenas estuvo en el poder durante 150 días. Su sustituto sería Cuauhtémoc.

Los datos dicen que Tenochtitlan tenía cerca de 200, 000 habitantes. La viruela mataría un tercio de la población. Es decir, 60, 000 en ese año. Los sobrevivientes nombraron al virus como "la gran erupción". Hay evidencia de que el virus no solo fue fatal a los enfermos, sino que varias familias sufrieron una pérdida de productividad por lo que hubo menos comida para todos. Esta dinámica epidemiológica resultó en muertes secundarias de la viruela.

Si bien, la viruela fue un silencioso invasor, lo fue porque ningún indígena mexicano había experimentado la enfermedad, así que no había inmunidad. Por si fuera poco, en el México prehispánico no había animales como los cerdos, las vacas y las cabras, animales que de alguna manera afectan a la salud de la gente, generando defensas contra enfermedades como la gripe, el sarampión y la viruela.

Además de la viruela, la siguiente enfermedad en venir sería el Cocoliztli ("coco", enfermedad, "liztli", pestilencia).

Entre 1545 a 1548 acabó con la vida de entre cinco y 15 millones de personas, alrededor del 80 % de la población nativa, dicha enfermedad consistía en fiebres altas, fuertes cefaleas, vértigo, lengua seca y negra, orina negra o verdosa, disentería, dolor abdominal y torácico, delirios, convulsiones, diarrea, abscesos detrás del pabellón auricular, hemorragia abundante de nariz y oídos y la muerte al cabo de tres o cuatro días. Era tanto el miedo que provocaba entre la gente, que dejaban casas y enfermos (otras veces les prendían fuego) y huían a otras tierras. Incluso y como dato curioso, los sobrevivientes se dieron cuenta que el cocolixtli atacaba más de noche que de día, así que cuando los niños no querían irse a la cama, les decían: duérmete niño, duérmete ya, sino viene el coco y te llevará.

También el suelo y ambiente mexicano sería fatal para muchos españoles; sin embargo, como su cuerpo tenía mejores defensas que los indígenas, en su mayoría lograron sobrevivir. Y esto fue gracias a los propios indígenas y la intervención de los frailes. Gente como Bernardino de Sahagún y Motolinia se acercaban a los indígenas y les preguntaban: Antes de que nosotros estuviéramos acá con que se curaban el dolor de panza, de cabeza, el vómito, la diarrea, o la picazón de moscos. Y los indígenas decían: con tal hierba, con tal polvito, con tal combinación. Sahagún haría anotaciones de todo, hasta de leyendas, costumbres y tradiciones, hasta conformar doce manuscritos que conforman lo que hoy conocemos como Historia general de las cosas de la Nueva España.

Para el año 1600, la población indígena de México, que a inicios de la Conquista era cercana a los 30 millones, ahora era de apenas 2 millones. Había sido aniquilada por los virus, que bien podríamos tachar como los conquistadores silenciosos. Tuvieron que pasar varios siglos para que biológos alemanes y arquéologos mexicanos descubrieran qué cosa era el Cocoliztli: salmonela entérica combinada con erupciones (tal vez, viruela o sarampión).

 

 


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