Y llegó la novena copa... y llegó el momento de decirle adiós a ese asunto de cruzazulear
por Vicente Tlachi
Apenas el cronómetro marcó 90 minutos del tiempo reglamentario de juego, yo quería que el árbitro silbara y diera por hecho el triunfo del Cruz Azul con marcador global de 2 a 1. Pero el partido se prolongó por cinco minutos más. La verdad es que lancé una maldición, una maldición que no puedo escribir aquí.
Cincuenta minutos antes, cuando ya estaba por terminar el primer tiempo, no me encontraba en mi casa. Había ido a la caminata del candidato a alcalde municipal de San Andrés Cholula, cuando un primo, a través del Whatsapp me escribió: “Ya la está cagando del Cruz Azul”. Y bastó con que revisara Google para darme cuenta que el Santos tenía un gol de ventaja. Un gol de Diego Valdés al minuto 37 para empatar la ventaja conseguida por el Cruz Azul allá en la cancha de Santos.
Alex Lora cantaba las “Piedras rodantes” en el césped del Estadio Azteca cuando llegué a la casa y encendí el televisor. Agradecí a Dios, a la vida misma que la narración deportiva estuviera dirigida por Christian Martinolli y Jorge Campos, con breves intervenciones de Zague, porque la del juego de ida hecha por Orvañanos había sido una verdadera porquería. Este hecho me hizo recordar la final del 97, pues fueron estos comentaristas los que narraron la octava copa del Cruz Azul.
El segundo tiempo tendría que ser el todo o nada para el Cruz Azul. Juan Reynoso, el director técnico y exjugador, realizó un par de cambios con la esperanza de calmar la rebelión santista y equilibrar la balanza. Al minuto 51′, el peruano Yoshimar Yotún filtró un balón para Jonathan ‘Cabecita’ Rodríguez’ quien venció al portero Acevedo para igualar el marcador 1-1 y provocar la algarabía en la tribuna. Sin embargo, el árbitro central detuvo el partido unos segundos, tan solo para verificar si no había un fuera de juego. La algarabía detonó cuando el árbitro dio por válido el gol. El marcador global se ponía 2 a 1 a favor del Cruz Azul.
Entonces la Máquina se dio cuenta de que podía seguir lastimando al rival y desplegó un futbol ofensivo que puso en aprietos a su rival. Para los minutos complementarios, en un ataque hacia la portería del Santos, un defensor le propina un golpe a un jugador del Cruz Azul y eso desata la bronca, una bronca que hizo que el director cruzazulino se metiera a la cancha junto con la banca. No sé si yo sería el único, pero estoy casi seguro que varios hinchas de la máquina pensamos lo siguiente: “ya la cagaron, van a agregar un par de minutos sobre los minutos extras y pum, los Santos voltean el partido”. Sin embargo, eso no sucedió. Jesús Corona, el portero azul siempre vapuleado por los haters pudo contener algunos disparos santistas. Y entonces, vino el silbatazo final. Y de pronto terminó la maldición. El sueño de muchos era realidad. El Cruz Azul era campeón.
A través del Whatsapp pude enterarme que varios de mis amigos estaban lloriqueando a moco tendido. No podían creer lo que estaba sucediendo al fin, incluso tenían miedo de irse a la cama y despertar con que todo lo visto, y sufrido durante la visualización del juego había sido un hermoso sueño. Basta decir que yo no lo podía creer. No es que llorara a moco tendido, simplemente las lágrimas no paraban de salir y deslizarse sobre mis mejillas. Pronto, en los estados de Whatsapp y de Facebook mis amigos y parientes empezaron a aparecer imágenes en torno a la novena copa. Se empezaba a difundir un meme referente a la palabra cruzazulear, entendida días antes como “inexplicable derrota cuando ya tenías cantado el gane”, por otra acepción cargada de esperanza: “El que volvió a brillar”, o "renace como el fénix".
Supongo que varías imágenes van a quedar en la memoria de los hinchas cruzazulinos: ver al Conejo Pérez, entrenador de porteros, como recibe su medalla de campeón, o ver esa otra donde Jesús Corona levanta la Copa, o ver cómo el campeón del 97 y ahora entrenador se alza como campeón, o esotra donde los jugadores comienzan a correr por la cancha del Azteca, dando la vuelta olímpica, en tanto a los alrededores del estadio Azteca reventaban en una gama de colores unos cohetes. Pero también se difundían imágenes de gente que ya festejaba el triunfo cruzazulino en los alrededores del Ángel de la Independencia.
Lo cierto es que hay que agradecerle a Dios, a la vida misma, que un espectáculo tan hermoso como es el fútbol pueda brindar grandes emociones, y que el grito de Gol sea tan liberador como la palabra Jumanji. Y que el azul esté de vuelta. Y mejor aún, el azul se ponga de moda.
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