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Al presidente le urgen chivos expiatorios

Alejandro Mario Fonseca

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Al presidente le urgen chivos expiatorios
22 jul., 2021
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El 4 de noviembre el 2015, a los 92 años de edad murió René Girard. De entrada hay que distinguirlo de su homónimo, el futbolista famoso. Yo me refiero al filósofo, al que casi nadie conoce.

Se trata de un monstruo de sabiduría, que además de filósofo y antropólogo, se inició como crítico literario y como historiador. En México se ha leído muy poco porque sus obras fueron traducidas tardíamente al español. Sin embargo, en el ambiente universitario de los antropólogos se le conoce muy bien.

Fue notable por su teoría del mecanismo mimético vinculada después a otra teoría, la del chivo expiatorio. A grandes rasgos, su gran aportación consistió en el análisis de obras literarias en las que se muestran relaciones interpersonales miméticas.

Posteriormente aplicó su teoría al análisis de la violencia en las sociedades primitivas que se fundamentan en lo sagrado; y por extensión, a la violencia en las sociedades contemporáneas. Sus conceptos y aportaciones teóricas resultan de enorme actualidad para el análisis político de una sociedad como la nuestra, la mexicana, en la que vivimos tiempos aciagos marcados por la corrupción y la impunidad.

Mimetismo político

Decía Aristóteles en su Poética que “…el hombre se diferencia de los demás animales en que es el ser que más tiende a imitar”. Y sí, amable lector, póngase usted a reflexionar sobre esta máxima.

La mayoría de los animales actúan por instinto, es decir responden a un estímulo interior, de base genética, que determina sus impulsos. Nosotros los seres humanos también tenemos instintos y estos afloran sobre todo en situaciones de peligro. En situaciones normales, desde pequeños actuamos por imitación.

Imitamos primero a nuestros padres y maestros, después a nuestros amigos; hablamos como ellos, hacemos lo que ellos hacen, son nuestros modelos. Todo lo bueno que hacemos y también todo lo malo lo imitamos.

n la escena política, en la farsa política que nos tocó vivir, la imitación es el pan de cada día. Observemos con cuidado la transición hacia la democracia que hemos vivido los últimos años.

Cansados de los abusos, de la demagogia y de la corrupción del sistema PRI-gobierno, muchos mexicanos votamos por Vicente Fox. Parecía que de verdad iba a cambiar la forma de gobernar, de administrar y de hacer política.

Fue una ilusión guajira, la verdad era que el ranchero no tenía formación política, su curriculum era un verdadero ridiculm, había sido gerente de la Coca Cola; ni él ni sus funcionarios improvisados sabían bien a bien qué hacer.

El fracaso panista

Es más, ni siquiera tenía suficiente gente de confianza para completar la nómina de secretarios y subsecretarios: echó mano de priistas. Y para acabarla de amolar, su principal asesora sería su mismísima esposa, Martha Sahagún, vinculada a la ultraderecha, con fama de corrupta y con una gran ambición de poder.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué la transición democrática naufragó tan pronto? La respuesta está en el mimetismo. Vicente Fox carecía de oficio político, se dedicó a imitar: se adaptó a su entorno, que era priista.

Optó por la estabilidad y pactó con los peores, con caciques, con mafiosos, con malos empresarios y con líderes sindicales anquilosados y corruptos; las tepocatas, alimañas y víboras prietas muy pronto salvaron el pellejo.

Con Felipe Calderón las cosas empeoraron todavía más. No contento con seguir el mismo camino de su predecesor, inició una estúpida guerra contra los grupos del narcotráfico que ha ido sumiendo a nuestro país en un círculo vicioso y desenfrenado de corrupción, impunidad y violencia.

Los gobiernos panistas resultaron un fiasco. ¿Dónde quedó la tan cacareada dignidad moral? ¿Dónde quedó la doctrina social cristiana? Ahora son tan parecidos al PRI, que además de aceptarlos como aliados, ya tienen su partido verde pelele: el PRD.

El sexenio de los escándalos

Pero regresando a la obra de René Girard, el tema del escándalo es recurrente en sus obras. Para este sabio francés hay qua partir del deseo mimético. La paradoja que semejante deseo representa es que está ligado al objeto (dinero, poder, sexo) que el deseante está decidido a conseguir; pero muy pronto ese deseo se vuelve oportunista.

Y cuando el deseo mimético se vuelve oportunista, es cuando las personas a las que atormenta se enfocan paradójicamente sobre modelos sustitutivos.

Y así es como empezó y se expandió el monstruo de la corrupción: robos, raptos, piratería, muertes y violencia, drogadicción, violaciones y demás. La era de los escándalos que vivimos con Peña Nieto, constituyó un desplazamiento de este tipo: todo gran escándalo colectivo proviene de un escándalo entre dos vecinos, llámense criminales, secretarios de Estado, alcaldes, empresarios, gobernadores, diputados, capos y demás.

Pero la cosa no queda ahí, ya que cuando los principales implicados en los escándalos cuentan con poder e impunidad, el fenómeno se torna diabólico: no hay quién los pare, nunca van a ser castigados.

¿El sexenio de los chivos expiatorios?

Hablando bíblicamente, en el lenguaje de René Girard, lo que AMLO requiere con urgencia no es uno, sino varios chivos expiatorios, que nos regresen a la “normalidad”. Y aun cuando su partido no está en la lógica del mimetismo, sí trae el priismo en la sangre.

Morena (el nuevo PRI) está desgastando poco a poco la 4 T del Presidente. Por eso la urgencia de una “consulta popular” para que los expresidentes “neoliberales” sean llevados ante la justicia. ¿O será simplemente un distractor, una “cortina de humo”, como muchos analistas opinan?

No estoy muy seguro de ninguna de las dos hipótesis. Pero lo que sí me queda muy claro, es que si el Presidente no corrige los excesos priistas de sus operadores políticos en el partido Morena, muy pronto veremos el regreso de los panistas al gobierno federal.

Otro aspecto de la famosa “consulta popular” es que legalmente no se requiere. Y es cierto, sin embargo, no es cualquier cosa llevar a un ex presidente a la cárcel. Nada más hay que ver lo que pasó en Brasil con Lula Da Silva.

Además, si de algo ha presumido AMLO, es de no ser vengativo, por eso es que necesita apoyarse en la “opinión popular”. Espero que esta vez no quede todo en puro show, ya veremos qué pasa.

 


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