Arturo Romero Garrido
Expone la Biblia en el Nuevo Testamento que Cleofas acompañado de un amigo emprendieron camino de Jerusalén, que era el lugar donde se encontraban, hacia el pueblo donde los dos vivían y que tenía por nombre Emaús.
La distancia entre ambas localidades estimada en unos 11 kilómetros de acuerdo a lo que nos indica Lucas 24:13 tenía que ser recorrida a través de diversos senderos, imposible imaginar que en aquellos tiempos existiría un camino bien nivelado y de fácil tránsito, por lo que el hecho resultaba ser una aventura que bien pudo haber dilatado cerca de tres horas –tiempo estimado que pudieron haber empleado llevando un paso normal y constante-.
En aquel tiempo para los habitantes de la región ese tipo de viajes no representaba una actividad novedosa, era de lo más común trasladarse de esa manera. Recordemos que nuestros antepasados, por ejemplo, solían realizar este tipo de paseos por diferente tipo de razones; comerciales, militares, sin el uso de yeguas o caballos.
Al margen de lo que dicen las Escrituras, considero que una equivalencia longitudinal, más no topográfica, sería como ir caminando de la ciudad de Puebla a San Andrés Cholula, es decir, nada fuera de lo normal hace dos mil años.
Para comprender el fondo de la cita bíblica referente al camino de Emaús, resulta indispensable comentar lo que había sucedido tres días antes de que Cleofas y su acompañante emprendieran camino.
Acusado sin motivos reales por parte de una camarilla de radicales religiosos que no entendían, o más bien, no querían aceptar la conducta fraternal en la que el mesías enseñaba la palabra de Dios basada en el amor al prójimo y no en la interpretación facciosa de las leyes de la Torá, Jesucristo había sido llevado ante Pilatos.
Por otro lado, tenemos que en el Nuevo Testamento el ángel Gabriel señala sobre el Salvador que:
“Éste será grande, y será llamado hijo del Altísimo”
“…y reinará sobre la casa de Jacob por siempre; y su reino no tendrá fin”.
Este fragmento bíblico bien pudo haber sido interpretado en su momento de la siguiente manera; el reino del que se habla tiene que ver con un reino aquí en la tierra y no uno celestial, mientras que el hecho de afirmar que el reino no tendrá fin implica que éste no tendría rival enfrente.
Esta suma de elementos (la acusación por parte de los fanáticos y el decreto bíblico de que el mesías sería el verdadero rey y no el César) fue lo que llevó a tomar la decisión, por parte de los romanos, de que Jesucristo fuera sentenciado a muerte.
Después de tres días de luto en Jerusalén en el que los apóstoles y fieles seguidores no paraban de lamentar con amargo sollozo la partida del gran maestro es que acontece la historia del camino a Emaús.
Siguiendo con la lectura de Lucas 24;14 la Biblia señala que Cleofas y su acompañante:
“Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. “
“Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos”
“pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados.”
“Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos. Pero ellos insistieron: Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche.”
“Así que entró para quedarse con ellos. Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció.”
Traigo a relación este pasaje de la Biblia porque hoy que estamos cerca de finalizar el año es buen momento para reflexionar sobre todo lo que aconteció durante este tiempo, espacio durante el cual todos nosotros vivimos experiencias buenas y malas que fueron conformando nuestro andar, nuestro camino a Emaús.
En ocasiones, al realizar nuestras actividades de la vida cotidiana (ir de la casa al trabajo, pasar al supermercado, ver la televisión, etc.) no le damos el valor indicado a todas aquellas personas que transitan junto a nosotros y que forman parte de nuestra historia.
Cuando Cleofas y su acompañante no se percataron que Jesús estaba con ellos porque pareciera que sus ojos estaban vendados, expresa que los dos amigos no pusieron suficiente atención en la esencia de la otra persona.
Así, nosotros en ocasiones padecemos el mismo problema, no vemos más allá de lo inmediato, solemos desatender la valía espiritual y la esencia genuina de las personas que nos acompañan.
La enseñanza verdaderamente valiosa con la que me quedo me lleva a agradecer a todos los que de manera cercana o a la distancia han caminado el sendero –en ocasiones a cuestas- junto a mí.
A todos mis lectores les deseo un próximo año lleno de salud y felicidad.