tras las declaraciones del dueño de Femsa, la gente ha llamado a boicot contra la tienda de conveniencia más grande de México, ¿funcionará?
por Vicente Soriano Tlachi
Hace unos treinta años, 1990 para ser exactos, podía resultar cómodo encontrar una tienda en una gasolinera. Era como hallar un oasis en medio del asfalto y caminos inhóspitos. Mientras se cargaba el auto o el autobús de combustible, uno podía ir por la Coca-Cola o una cerveza bien fría, la bolsa de las Sabritas o cualquier botana, incluso por unos cigarrillos, como también hacer paradas técnicas como ir al baño o comprarle los pañales al bebé. Esas tiendas eran los Oxxos.
Nacida como una tienda de formato pequeño en Monterrey por 1978 bajo el auspicio de cervecería Cuauhtémoc Moctezuma, para 1994 se consolidó como una unidad de negocio y bajo el mando de Femsa definió la estrategia de expansión para acelerar su crecimiento; si bien seguirían operando en carreteras, la idea era meterse en el gusto de la gente. Así pues, mediante estudios de mercado, se fueron encontrando los puntos de venta potencial: cruceros, zonas turísticas, mercados, hospitales, centros universitarios. Sin embargo, aunque suene repetitivo señalarlo, en eso lugares había tienditas, tendajones, minisúper, misceláneas, que eran negocios con una antigüedad de dos o tres generaciones, negocios donde los hijos de una familia habían salido adelante con estudios profesionales. Cuando los Oxxos se fueron instalando, las tienditas no pudieron hacerles competencia. Y un estilo de vida se fue al carajo.
En una tiendita –las que todavía aguantan el embate– es imposible que te vendan condones, por poner un ejemplo, pero en un Oxxo sí. En una tiendita puedes encontrar con dos a cinco pesos de diferencia un cuartito de brandy Presidente, en un Oxxo no. Incluso, durante la pandemia del coronavirus era fácil que encontrarás cerveza en una tiendita –aunque los propietarios de éstas se mancharon con los precios–, en tanto que en el Oxxo vendía una cerveza que, la neta, sabía peor que un caldo de pollo con cubitos Maggy. Otra de las grandes virtudes de la tienda consistía en convertirlo en el punto de reunión donde los chavos tomaban un refresco, un gansito y hacían su desmadre, mientras los adultos se echan un trago y si de pronto, pasaba un cuate o viejo conocido montado en la bicicleta o caminando, con un chiflido era fácil llamarlo y hacerle invitar el otro pomo; en algunos Oxxos solo compras y te vas, en algunos otros como el de Puerto Vallarta puedes tomar un café o una cerveza y ver la puesta de sol desde su balcón.
Las tienditas no pueden competir con el pago de tarjeta, los depósitos bancarios, el servicio de veinticuatro horas –cierto, puedes despertar al tendero a las dos o tres de la mañana, pero esa botella de tequila le subirá unos veinte pesos más, veinte pesos que podrían serte útiles para el squirt–, y el famoso redondeo. Y para mí, qué bueno que en las tienditas no exista el redondeo, porque el tendero te da un chicle que será útil para que tu mandíbula esté moviéndose y no te agarre una embolia cuando estés viejo. En un Oxxo el redondeo es una obligación disfrazada de colaboracionismo; supongamos que en un Oxxo entran unos doscientos clientes diarios y cada uno de ellos deja 50 centavos por culpa del bendito redondeo, al corte habrá recibido cien pesos. A la semana setecientos. Al mes, tres mil pesos; al año, treinta seis mil. Ahora multiplique esa cantidad por las casi veinte mil tiendas existentes en el país. La cifra es un verdadero escándalo; y eso que no contamos aquí lo que ganan por vender productos como refrescos, cervezas, dulces, botanas y otros más. Por supuesto, Oxxo nos dice que ha logrado apoyar a más de 2900 instituciones sin fines de lucro. Entiéndase bien: ha logrado apoyar. O sea, el dato no es del todo tan seguro.
Lo cierto es que estas tiendas se siguen expandiendo y por ende, el margen de su ganancia también –aunque sus trabajadores sean los peores pagados, quizá porque la mayoría no cuenta con estudios de licenciatura, y aunque los tuvieran, la actual crisis económica derivada por el coronavirus hace que uno busque trabajo de lo que sea y adonde sea–, quizá toda esta seguridad económica hizo que el dueño de Femsa, José Antonio Fernández, apodado El diablo, explotará contra el presidente de la República y su idea de hacer pagar al SAT a los morosos y lanzara la siguiente declaración: "Voy a pagar al SAT, pero si es necesario pondré el doble para sacar a AMLO en 2022". Es decir, este hombre que no debe 9000 pesos ni 90,000 ni 9 000, 000, sino 9,000,000,000 (nueve mil millones), nos está diciendo que es tan superior a la demás gente, que él sólito sería capaz de poner la fabulosa cantidad de 18,000 millones de pesos para sacar al hombre elegido democráticamente en el 2022.
Como dicen por ahí: “palo dado ni Dios lo quita”, el daño está hecho. Femsa, a través de un comunicado negó estar en contra del presidente Andrés Manuel López Obrador, pese a lo que supuestamente dijo su dueño. Sin embargo, sí de algo podemos estar seguros es que la expansión de Oxxo hizo que México se convirtiera en el segundo país del mundo en consumir Coca Cola, derivando en obesidad, diabetes y enfermedades renales. Enfermedades que mezcladas con el coronavirus han hecho que nuestro país tenga muertos por esta pandemia (así que esto de enfermarse no fue culpa de Amlo).
No creo que el boicot contra Oxxo gane adeptos. Lo que sí podemos estar seguros es que sí deben funcionar esas políticas que pararon por culpa de la pandemia, políticas que el mismo dueño de Oxxo no quiere ver activas como aquella que pedía un etiquetado en los productos, de tal suerte que la gente sepa de una vez que lo que come y bebe, simplemente lo está conduciendo a una muerte lenta y dolorosa. Más allá de un boicot a Oxxo a favor de un rescate de las tienditas, debe haber en cada uno de nosotros un mejor cuidado de nuestra salud y la convivencia.
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