Arturo Romero Garrido
Desde que inició la era del hombre en la tierra y comenzó a multiplicarse poblando así el espacio a su alrededor, la lucha por el poder se hizo presente en la naturaleza rapaz del ser humano, siempre deseoso de imponer su voluntad y sus ideas a los demás.
El resultado natural derivado de la búsqueda del poder -a toda costa- trae como consecuencia inevitable el enfrentamiento abierto y frontal entre los diversos contendientes llegando a su consumación con la rendición absoluta o desaparición de una de las partes.
En este sentido el analista y escritor Samuel P. Huntington definió el término de poder como: “la capacidad de una persona o un grupo de cambiar la conducta de otra persona o grupo”.
Asimismo, determinó que la conducta “se puede cambiar mediante incentivos, coacciones o exhortaciones, lo cual exige que quien ejerza el poder tenga recursos económicos, militares, demográficos, o de otro tipo”.
Algo que podemos apreciar a lo largo de la historia es, por un lado, la manera en como los enfrentamientos fueron creciendo en magnitud conforme las poblaciones se fueron haciendo más grandes.
Por otro lado, podemos observar la evolución de dichos conflictos debido al desarrollo de la ciencia; en un principio con métodos rudimentarios, hoy altamente tecnológicos.
Recreando ejemplos de lo dicho anteriormente, podríamos imaginar a dos tribus nómadas que luchan entre sí para ganarse el derecho de tomar agua de un pozo, cientos de años después las tribus darían paso a pequeños reinos en conflicto por el dominio de tierras de cultivo.
Posteriormente con la aparición formal de los Estados Nación a partir de los Tratados de Westfalia en 1648 se llevaron a cabo disputas para establecer fronteras estatales en base a una perspectiva civilizacional (raza, idioma, cultura).
Cabe destacar que de manera paralela al surgimiento de los Estados Nación en Occidente surgió un grupo reducido y selecto conformado esencialmente por reyes y banqueros que comenzaron a acumular un nivel de riquezas prácticamente inigualable.
No pasaría mucho tiempo para que este grupo de iluminados se dieran cuenta de la necesidad de crear instituciones internacionales que fueran capaces de someter a cualquier Estado bajo sus mandatos.
Fue así como surgieron las grandes Compañías de dominación global, lo que llevó a sus dueños a convertirse en la élite mundial, en los amos del mundo.
¿Qué más podemos hablar al respecto acerca de la élite mundial?
Hace alrededor de 15 años me encontraba al frente de un equipo de trabajo dedicado a la pavimentación con mezcla asfáltica de carreteras.
En ese momento recuerdo que estábamos realizando trabajos de conservación periódica en la carretera federal que va del municipio de Amozoc al municipio de Lara Grajales.
Uno de tantos días en que nos encontrábamos en la jornada laboral un cargador (payloder) Caterpillar tuvo un fallo mecánico y todo el proceso de pavimentación tuvo que ser suspendido.
Una vez que los mecánicos inspeccionaron la máquina detectaron que la bomba hidráulica marca Vickers se había descompuesto.
Aquella ocasión fue la primera vez que escuché el nombre Vickers, sin embargo, no sería la última vez que lo hiciera.
Pronto descubriría que la compañía inglesa fundada en 1828 se convirtió con el tiempo en el proveedor de armas favorito de la corona inglesa y sus ametralladoras en el artefacto utilizado por sus soldados para subyugar naciones enteras.
Como ha ocurrido en muchas ocasiones a los hombres del dinero les suele apasionar actividades no necesariamente empresariales como, por ejemplo, la política. Y los miembros de la familia Vickers no podía ser la excepción.
Ejemplo de ello fue Vincent Vickers quien como la mayor parte de la aristocracia inglesa fue educado en el colegio Eaton para después incursionar en las altas esferas de la política, llegando a ser el gobernador del Banco de Inglaterra en 1910.
Durante los 9 años que fue gobernador del Banco tuvo el tiempo suficiente para conocer las entrañas del poder, para caminar por esa milla cuadrada conocida como la City donde se erige ni más ni menos que el Olimpo del Poder Mundial.
Algún tiempo después de su salida y en un acto casi de confesión Vincent admitiría sin tapujos que la City de Londres se encontraba detrás de todas las guerras del mundo.