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El profesionalismo y la ética

Arturo Romero Garrido

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El profesionalismo y la ética
09 feb., 2022
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El profesionalismo y la ética.

Todos sabemos que el país no está bien, no dudo que la mayoría coincida en que se requiere (urge) realizar cambios sistemáticos que nos permitan convertirnos en una nación más prospera con miras a llegar a ser una sociedad de primer orden.
También sabemos que esa meta por difícil que parezca es posible de alcanzar, es decir, no se trata de un sueño guajiro, no es una utopía más de esas en las que suelen caer los soñadores.
De que se puede, se puede. Basta con mirar algunos casos exitosos de países que años atrás se encontraban muy por debajo de nosotros en diferentes áreas o disciplinas y que hoy nos han alcanzado y superado en muchas de las mediciones importantes de bienestar y desarrollo.
Estos países (China, Corea del Sur, Singapur por mencionar solo algunos) son la muestra de que no se está condenado a ser una nación de segunda toda la vida y representan un ejemplo visible de que el rumbo de cualquier país puede cambiar y de que nunca es tarde para hacerlo.
Pero, ¿cómo se inicia este cambio de paradigma?, o más bien, ¿quiénes deberían convertirse en el agente que impulse el cambio que necesitamos?
Estoy seguro que no existe una sola persona que pueda por arte de magia reconfigurar a nuestra sociedad, por eso, me gustaría enfocarme a todas aquellas personas que considero deberían fungir con el primer engrane que debe girar para propiciar que el resto de la maquinaria se mueva con él y me refiero a los profesionistas con ética en el trabajo.
Está comprobado que muchos de los movimientos sociales más importantes de la historia han sido emprendidos por los sectores pensantes e ilustrados de los respectivos países. En México, por ejemplo, la Primera Transformación (así es como la llaman ahora) que fue el movimiento de Independencia fue concebida por una élite ilustrada que gustaba de leer literatura francesa de la época y que conocía a detalle los acontecimientos que ocurrían en Europa.
No fueron las clases bajas las que dieron el primer paso - ellos lo que buscaban era subsistir- fueron los ilustrados de la época y claro, después los secundaron.
Pues bien, considerando que el resurgimiento de México debería recaer en los profesionistas ilustrados, entonces ¿qué deberíamos esperar de ellos?, ¿cuál debería ser su comportamiento?
Seguramente algunas de las respuestas a estas interrogantes las podemos ubicar en las palabras que el Ing. Javier Jiménez Espriú dirigió en el acto de premiación del premio Nacional de Ingeniería y de Arquitectura a finales del año pasado.
En aquella ocasión, teniendo como sede el Palacio Nacional el ex Secretario de Comunicaciones y Transportes fue claro al mencionar que “no puede haber un ingeniero de excelencia sin ideología ni identidad nacional y que la ingeniería sin ello es solo comercio…”, además hizo hincapié en la necesidad de que los profesionistas desarrollen sus actividades con ética, valor indispensable que debe acompañarnos durante todo el trayecto de nuestras vidas.
Hago referencia a esta reflexión porque muchas veces se cae en el error de creer que basta con ser competitivos para que podamos alcanzar nuestras metas (personales) y que eso es lo único que cuenta, sin embargo, eso resulta insuficiente. Se requiere de un esfuerzo mayor, de una actitud permanente de profesionalismo con ética de hombre de bien para conseguir el sueño de construir una mejor sociedad.
Para reforzar el concepto del profesionalismo y la ética antes mencionado, tomo otro pequeño extracto de las palabras del Ing. Jiménez Espriú quién a su vez cita al filósofo español Ortega y Gasset “vean, pues, los ingenieros cómo para ser ingeniero no basta con ser ingeniero.”  y cierra la idea mencionando como debería ser un verdadero ingeniero: “un profesional de excelencia con la conciencia de que no se estudia una profesión para ejercerla toda la vida, sino se debe estudiar toda la vida para ejercer con excelencia la profesión, con profundos conocimientos de su especialidad y con cultura, sensible a la pobreza y con una ética sin cuarteaduras”.
A manera de arenga cierro mi artículo diciendo: ¡proyectemos nuestra experiencia, trabajo, talento y ética con el ideal de que es posible concebir un México mejor, estoy seguro que nuestro esfuerzo valdrá la pena!

 

 


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