El saberse amigos- Escribe: Román Sánchez Zamora

EL SABERSE AMIGOS

Los birretes al aire…

Fue allí cuando se dieron cuenta que jamás se volverían a ver, quizá en lo individual, o en pequeños grupos, pero nunca más todos juntos…

Cada uno tomó decisiones, eligió su camino de acuerdo a sus amistades, intereses y perspectivas…

-¿Te acuerdas de mí?... ¡Soy Paco!-

-¡Wow! tanto tiempo…-dijo Tania sorprendida.

-¿Qué fue de ti?, ¿qué fue de todos?, ¿a quiénes has visto?- dijo muy efusivo.

-Algunos, se fueron a la universidad conmigo, con los años, algunos se casaron, otros terminaron, otros se fueron al extranjero… con muy pocos tengo contacto, de ti supe muy poco-

-Acabo de regresar de Rusia, por unos negocios-

-Yo también, comencé algunos, y como todo, no todos florecen, ahora viajo a Canadá y a USA, muy seguido por exportaciones e importaciones, sólo hay que cuidarse, la seguridad no es muy buena por aquí-

-Sin duda, me lo habían dicho, me encontré a Ana en el aeropuerto y me había contado de ti y de los pocos que había visto- dijo Paco, miro su reloj y se despidió cortésmente.

Tania se alejó…pensó en esa juventud –No hay duda que siempre has sido muy modesto mi entrañable amigo Paco y no tenías por qué cambiar ahora, te fue muy bien en esas inversiones y eres dueño de este centro comercial, el día que encontraste a Ana, según tú, le fuiste a buscar al aeropuerto y fue para decirle que no se fuera, que tú la amabas desde que la viste… vaya que ese matrimonio por internet, no tenía por qué salir bien, pero desde que se fue Ana, no supimos más de ella, quizá no supimos ser amigas para impedir que se marchara- se dijo obligadamente como si ella fuera a responderse.

Uno legisla todo el tiempo su vida, y son esas pequeñas decisiones las que hacen la causalidad de la gente según Kant, en su Crítica de la razón pura, un pequeño si o un no, cambian el rumbo de la personas para siempre.

Años después los tres coincidían en una reunión, la pesadilla de Ana había terminado.

Estrategia Humana: La soledad, nos hace vulnerables ante la red de carroñeros inmundos.

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