Dr. Román Sánchez
Los amigos se fueron con Alejandro, el carro rojo, brillo, textura, la alegría que causaba a todos los compañeros de facultad sin duda nos dejó admirados, muchos nos miramos, no fuimos al festejo no cabiamos en tal vehículo.
Al subir al camión, me quedé pensando, si era correcto para su formación tener las cosas de manera tan fácil, algunos más supimos años después que habríamos querido tener un papá así, sin problemas económicos, que no nos cuestionara del por qué asistía a la universidad, que él había viajado en un taxi y el chofer le dijo que había terminado derecho, que no había trabajo.
¿Cómo romper la inercia generacional y seguir?
Los meses siguientes, fue ver la evolución de un grupo de iguales a lo lejos, poco a poco llegaban con autos y los de siempre, en el mismo rincón, con las mismas palabras y viendo como algunos cambiaban su manera de ser.
Los intercambios llegaron, los grupos se deshicieron…
Los que mas pudimos fuimos a las universidades cercanas a cumplir el servicio a la comunidad, los que tenían más posibilidades se fueron a otros países.
Algunos se integraron a las empresas de sus padres a trabajar, otros ingresaron con sus parientes a diversos ministerios, otros más aprovecharon la coyuntura y se fueron a estudiar otra carrera, no hay duda que no es lo mismo navegar en la soledad que con el apoyo de una bolsa llena de dinero de los parientes.
¿Acaso fue culpa de ellos tener todo el apoyo o la culpa era nuestra por pensar que merecíamos lo mismo?
No fue el tiempo y el espacio según Foucault.
Nos volvimos a encontrar en la frialdad de los lejanos -Hola mi Carlos, que gusto verte-.
- Ya vez, aquí dando la vuelta solamente- dijo con disgusto y alejamiento.
-Ok, un gusto volverte a ver- me retire.
La curiosidad es buena consejera, en la red aparecía como director en el departamento del ministerio de comunicaciones.
Mas allá de fantasías de Leona Vicario e imágenes fallidas.
Sin duda, las redes se tejen desde el vientre materno… me dije.
Estrategia y cambio: Los ogros, no tienen finales felices, pero en mi mundo sí.