para aquellos hombres que han cumplido con amor y cariño ese puesto (para los que no, pues ni siquiera hay que llamarlos padres)
por Vicente Tlachi
¿Hay que celebrar el día del padre? Claro que sí, pero sólo debe ser exclusivo para él, no para que alguna mujer termine diciendo que también es su día (como sucede con esos memes, que tienen como base algo consabido: “porque a mi padre le quedó muy grande serlo”).
Por supuesto, no estoy despreciando a mi madre ni a todas las madres del mundo; soy consciente que las mujeres llevan mucho tiempo sacrificando su tiempo y proyección laboral, sobre todo cuando el hombre se marcha de la casa, o no asume como es debido su paternidad. Sin embargo, tengo la firme creencia que se debe reivindicar el papel del padre en la crianza, siendo él mismo quien salga de esa zona de confort donde sólo ha cumplido con el papel de proveedor y espectador –no me refiero a las horas que pasa frente al televisor viendo el fútbol, la lucha libre, o buscando cualquier pretexto para echarse una cerveza con los amigos, sino de ser partícipe del crecimiento emocional, sentimental, espiritual y profesional de sus hijos–. Aunque, de un tiempo a la fecha algunos hombres están haciendo protagonismo de su paternidad: van por sus hijos al kínder, los llevan a las clases de natación o karate, les preparan la comida y hasta les peinan. Esto no los hace mandilones, o que ya están bajo el efecto del té de calzón, los hace unos seres comprometidos.
No sólo tiene importancia hablar del día del padre a aquellos que engendraron hijos con una esposa. Son padres aquellos que se casaron con una mujer con hijos y los criaron como suyos (sin violentarlos ni violarlos); pero también lo fueron aquellos que asumieron la paternidad por culpa de un accidente como los abuelos, los tíos, los hermanos mayores que criaron a los desprotegidos que eran también su sangre. Sin embargo, se hace necesario remarcar lo siguiente: “Si usted nació con el órgano reproductor femenino, no entra en la categoría de padre. No importa si usted fue abandonada con hijos. No importa si usted es seguidora de Jenny Rivera y se cree leona que deje huella por donde pisa. Usted no es padre. No sea ridícula”.
Tiene veintidós años de estar ausente mi padre. Se lo llevó un paro cardiaco una noche de marzo de 1999. Son veintidos cumpleaños sin haber visto su cuerpo lleno de arrugas y su cabello de canas, tal como lo expresa esa canción: Cómo quisiera ser grande. Dios y la vida no me cumplió ese antojo. Durante veintidós años, no ha faltado un domingo que mi madre y yo estemos frente a su tumba como si se tratara de ponerle una ofrenda a un dios tutelar.
La mañana de este 20 de junio fuimos al panteón, por lo que no pude escribir este artículo a tiempo. En realidad, no tenía la inspiración suficiente. Me sorprendió ver a varias personas colocando flores en las tumbas; algunos otras ponían el celular en altavoz para reproducir canciones como: Claveles a mi padre, El hombre que más amo, El rey del hogar, Mi padre es el mejor, Mi querido cascarrabias, Mi querido viejo, Mi vejez, Tu sangre en mi cuerpo, Que falta me hace mi padre.
Me incliné a quitar las malas hierbas, traté de hablar con mi padre, traté de ponerle al corriente con los últimos acontecimientos, le pedí su comprensión, que no esté molesto conmigo por no casarme apenas se murió (porque eso hacen muchos cuando se muere el padre, casarse), que no soy maricón, que no le huyo a las responsabilidades, que yo sí muero por ser padre, nomás encuentre con quién engendrar y cuidar esos hijos. Y puse mi mano en la tierra, que es su tierra, y cerré mis ojos para recordar como era cuando estaba conmigo tomando un trago o contando historias, porque para eso él era bueno. Pero a pesar de hacer este alarde de emociones, él no llegó a apostarse a mi lado, ni con mi madre (que le lloró un par de minutos), porque él ya no está al alcance de nuestra mano. Está lejos. Se ha ido mi padre desde hace veintidós años. Nosotros, por momento aquí estamos. Esto es fundamental, y por muy duro que parezca, fácil de entender.
Ignoro si estos pensamientos los tuvieron los demás presentes al limpiar las tumbas de sus progenitores. Sin embargo, a varios hombres y mujeres de mi edad, o hasta más jóvenes los vi llorando y honrando la tumba en donde duermen sus amados padres.
Incluso, honrar al padre se nota mucho en las redes sociales como Facebook y Whatsapp, donde los perfiles muestran con orgullo una foto del padre, sobre todo fotos donde uno era pequeño y el padre nos prodigaba sus tiernos cariños, ya sea con un abrazo, empujando un juguete o tocándonos una canción.
En esto consiste la vida. Que uno venga a cumplir con cabalidad un papel que sólo lo da vida cuando se es maduro y se tiene la plena seguridad de proteger a alguien más. Y hay quienes le va bien padre ser padre, y hay otros que de plano nomás le hicieron al tonto, dejando grandes decepciones y penas. Para aquellos que lo han hecho bien, van mis sinceras felicitaciones.
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