Columna de Opinión por Arturo Romero
Transcurría el último mes del año 2019 sin novedades aparentes.
Como todos los años los ciudadanos del mundo nos disponíamos a festejar el inicio de un nuevo año -champán en mano- al tiempo en que soñábamos con dar inicio a nuevos proyectos, ideas y anhelos que deberían de materializarse a lo largo del año que se avecinaba.
En los hogares nos preparábamos para cenar los típicos platillos de la temporada.
Hasta aquí todo en orden, nada fuera de lo común.
De no ser porque de repente en los noticieros internacionales comenzó a causar revuelo un evento sucedido en una provincia lejana de China de nombre Wuhan ciudad hasta entonces desconocida por el mundo pero que se hiciera famosa por albergar el primer caso de Covid en el mundo.
A partir de ese momento la defenestrada ciudad de Wuhan de 11 millones de habitantes se convirtió en el centro de las miradas del mundo teniendo como epicentro el mercado local en donde los caldos de murciélago solían ser un platillo exótico bastante solicitado por la población en general.
Entonces la realidad del mundo dio un giro de 180 grados.
El nuevo virus comenzó a expandirse de una manera exponencial y en cuestión de semanas ya tenía presencia en todas partes del mundo.
En México de manera oficial el primer caso de contagio se registró en febrero de 2020, es decir, tan solo dos meses después de conocerse el caso de Wuhan.
Fue hasta ese momento en que todos nos comenzamos a preguntar sobre el origen y el peligro de dicho virus.
De repente el número de contagiados parecía subir como la espuma y los primeros casos de decesos comenzaron a llenar todos los espacios en radio y televisión.
Entonces se creó un círculo vicioso; entre más contagios había más se hablaba de la pandemia por parte de los medios de comunicación, convirtiendo esta situación en algo enfermizo para todos los ciudadanos.
Sin duda se llegó –nos llevaron- a una situación de paranoia…
Nadie duda que el Covid generó grandes pérdidas humanas, todos conocimos a algún familiar o amigo que se fue ante de lo debido.
Sin embargo, más allá de la hipótesis de que un caldo de murciélago había generado una pandemia global, para los conspiranóicos –como yo comprenderé- esta situación representó una oportunidad inmejorable para que los Gobiernos del Mundo implementaran medidas de control férreas.
Para ello establecieron que las vacunas tenían que ser obligatorias a pesar de que éstas se encontraban en una especie de “fase de pruebas”.
Claro que hubo mucha gente que desconfió de las vacunas al grado de percibirse ellos mismos como una especie de conejillos de indias, no obstante, se impuso la determinación de que todos aquellos vacunados tenían que tramitar un certificado de vacunación con código QR de por medio.
Entonces, de pronto los países autonombrados como el mundo libre, dígase Unión Europea, Estados Unidos y Canadá comenzaron a exigir en todos sus aeropuertos que aquellas personas que quisieran viajar mostraran forzosamente su certificado de vacunación.
Es decir, el certificado de vacunación se convirtió en cierto grado en un tipo de pasaporte, un pasaporte Covid.
¿Y que había de aquellos que no querían vacunarse? Pues simple y sencillamente no podían viajar.
¿Qué opción había para aquellas personas sensibles o alérgicos a ciertos elementos de la vacuna? Ninguna; o te vacunabas o mejor te quedabas a ver la televisión en casa.
Lo que en primera instancia comenzó a exigirse en los aeropuertos pasó después a requerirse en las oficinas de gobierno.
Pero no vayamos tan lejos.
Aquí en el estado de Puebla un buen día amanecimos con un decreto para prevenir el contagio Covid por parte del exgobernador Barbosa en donde se señalaba que no se les permitiría a las personas a ingresar a las Dependencias de Gobierno a trabajar o a realizar trámites si no mostraban su certificado de vacunación.
Afortunadamente la maravilla del cuerpo humano concibió la forma de contrarrestar el virus, claro, con la ayuda de un poco de medicina tradicional, lo que llevó a la reducción de contagios y decesos.
De esta forma el tema de la pandemia dejó de ser el tema de interés público número uno y el pasaporte dejó de ser requerido, sin embargo, la intención de su uso no.
Debo mencionar que recientemente la Comisión Europea ha estado trabajando en la reglamentación de lo que ellos denominan Identity Wallet, un identificador digital no obligatorio –ajá- mediante el cual podrás realizar operaciones comerciales en principio de cuentas.
Cabe mencionar que la medida ha encontrado resistencia por parte de diferentes círculos de opinión en los países de la Unión Europea y no es para menos; la dictadura de la identidad avanza.
Finalmente advierto que estaremos al pendiente de las acciones que se tomen en el viejo continente porque seguramente terminarán replicándose con nuestros vecinos del norte.