27-Sep-2024
La primavera, la estación que se ubica entre el invierno y el verano, trae consigo un aumento gradual de las temperaturas, según lo define la Enciclopedia Británica, una fuente de conocimientos generales con sede en el Reino Unido. Este cambio estacional inicia en el equinoccio, un fenómeno astronómico que ocurre dos veces al año: en marzo para el hemisferio norte y en septiembre para el hemisferio sur.
El equinoccio marca un punto en la órbita terrestre en el cual ambos hemisferios reciben igual cantidad de luz solar, un fenómeno que no solo indica el comienzo de la primavera, sino también equilibra la duración del día y la noche. Durante este periodo, en regiones donde el invierno ha dejado su huella, el aumento de temperaturas también activa la naturaleza. Aves migratorias retornan a sus territorios de origen, y el incremento en el canto de los pájaros son señales de esta transición, según detalla National Geographic en su artículo Equinoccio: qué es y cómo verlo.
En el hemisferio norte, la primavera se extiende desde el equinoccio de primavera, que ocurre entre el 20 y 21 de marzo, hasta el solsticio de verano alrededor del 21 de junio, día en que la luz diurna alcanza su punto máximo. Por su parte, en el hemisferio sur, la estación se extiende entre el 22 o 23 de septiembre y finaliza el 22 o 23 de diciembre con la llegada del verano.
Sin embargo, los efectos de la primavera varían considerablemente según la ubicación geográfica. En las latitudes medias y altas, esta estación actúa como transición hacia un clima más cálido, mientras que cerca del Ecuador las temperaturas son mucho más estables a lo largo del año. En contraste, en las regiones polares la primavera es particularmente breve debido a las condiciones climáticas extremas.
A medida que avanzan los días, la primavera, con su clima progresivamente cálido, marca un periodo crucial para la biodiversidad, preparando a la fauna y la flora para el verano y contribuyendo a la renovación de los ecosistemas.