Redacción
Las Leyes para frenar al poder terrenal.
Finalmente, la tragicomedia protagonizada por el aspirante presidencial Samuel García ha concluido con una derrota estrepitosa por parte del joven político de Nuevo León, no sin antes dejar ante su paso una estela de incertidumbre como pocas veces se recuerda en la vida moderna de aquel estado.
Sin duda alguna este incidente político formará parte de los capítulos más obscuros del quehacer democrático en México y será una mancha indeleble en la imagen de Movimiento Ciudadano, partido que intenta crear una identidad diferente al resto de sus competidores autoproclamándose como “la tercera vía” …whatever that means.
Sin duda todo lo ocurrido ha sido un tremendo error de cálculo político.
En este sentido debo decir que coincido completamente con los padres de la Iglesia cuando estos mencionan en sus sermones dominicales que el poder espiritual debe de atemperar al poder terrenal, de lo contrario, no existirá nada que pueda estabilizar el estado de ánimo de un individuo, o en este caso en particular, de un gobernante en turno.
Y es que a medida en que un personaje como Samuel García va incrementando su poder político y económico –así como su alcance e influencia en las distintas redes sociales-, aumenta exponencialmente su egoísmo.
Entonces, la claridad de pensamiento se tergiversa y comienza a nublarse hasta llegar a un punto en el que se piensa cada día más en el interés personal que en el provecho colectivo.
Ya no desean el progreso de la sociedad o la gloria de la patria, sino la suya propia.
Ejemplos de lo anterior abundan en la historia de este país y en el estado de Puebla ni se diga.
Ahora bien, ¿existe alguna forma de solventar encrucijadas políticas como las antes mencionadas? ...por fortuna sí.
En teoría una de las virtudes de las democracias liberales es la separación y el equilibrio de poderes.
Para todas aquellas almas corrompidas por la ambición de poder desmedido es que el Estado establece una serie de Leyes e Instituciones que sirven de obstáculo ante tal embestida.
En esta ocasión la participación -al cuarto para las doce- de la Suprema Corte de Justicia declarando que el Congreso Local era el único autorizado para designar al gobernador sustituto fue fundamental, pues prácticamente impidió que el estado de Nuevo León se encontrara en una coyuntura singular; tener dos gobernadores en turno.
Hay que decirlo claro, el camino trazado por Samuel García para conseguir que uno de sus leales quedara en su lugar carecía de fundamento constitucional. Aun así, estiró la liga al máximo y en su intento la rompió.
Por su parte el Congreso Local se mantuvo siempre firme en sus convicciones y no se dejaron doblar ante el autoritarismo del gobernador -una vez más bendita separación de poderes-.
Al respecto, resulta interesante mencionar que esta relación de antagonismo entre el Congreso Local compuesta por 30 diputados de la oposición por tan solo 6 de Movimiento Ciudadano se ha caracterizado por su rispidez.
Sin duda ha faltado capacidad política y deseo de negociación, aunque sospecho que es más lo segundo.
En realidad, nada de esto nos debería de sorprender en absoluto.
Porque cuando alguien se dirige con arrebato, egoísmo y aires de grandeza resulta sumamente difícil poder alcanzar un trato justo y equitativo para las diferentes partes.
Y en los países medianamente democráticos si no puedes llegar a una negociación política –sobre todo cuando tienes al poder legislativo en contra- entonces las cosas se complican y surgen por lo general dos formas de actuar; seguir estrictamente la Ley o buscar recovecos dentro de ella.
Qué bueno sería que el poder espiritual atemperara al poder terrenal, todo sería tan diferente.
Simple y sencillamente viviríamos en otro mundo, en uno donde todos persiguiéramos el mismo objetivo, el mismo fin.
Pero mientras la iluminación divina no descienda sobre todos los individuos de la tierra, las Leyes creadas y establecidas por el hombre han de reinar y, por tanto, deberán tener la fuerza para disuadir y en su caso alcanzar al empresario, al político, al magistrado, de lo contrario podría llegar un momento en el que se corra el riesgo de perderlo todo…empezando por el frágil orden constitucional del país.