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Más miedo que ayuda: la radiografía en números del silencio a la violencia en los hogares

Indagando Ando

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Más miedo que ayuda: la radiografía en números del silencio a la violencia en los hogares
01 ago., 2025
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Una reciente encuesta a inicios de este 2025,  realizada por la empresa INDAGA, en conjunto con una asociación civil en la zona metropolitana de Puebla, revela una verdad incómoda y persistente: la violencia doméstica no solo persiste, sino que lo hace de forma silenciosa, normalizada y oculta bajo capas de omisión institucional, miedo y resignación social.

 

Según el sondeo, más del 22% de los encuestados acepta haber vivido violencia doméstica (frecuente u ocasional), pero el dato verdaderamente perturbador no es ese, sino el 30.7% que no sabe o no contesta. Este porcentaje no es una omisión aleatoria: es un silencio que refleja miedo, desconfianza o dolor no resuelto. En suma, casi uno de cada tres hogares en Puebla ni siquiera se atreve a hablar del tema.

 

Contrastemos esto con el panorama nacional. La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH 2021), realizada por el INEGI, arrojó que 7 de cada 10 mujeres mayores de 15 años han vivido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. La cifra, aplastante y cruda, habla de una estructura social donde la violencia no es la excepción, sino una experiencia común.

 

Los datos de INDAGA no desentonan. Señalan que el 36.8% de los encuestados ha experimentado violencia económica, una forma de control que rara vez es visibilizada, pero que es tan devastadora como un golpe. A esto se suma un 28.3% que reporta violencia psicológica y un 17.3% que admite haber sufrido agresiones físicas. No es poca cosa: son cifras alarmantes que confirman que la violencia tiene muchas caras, y todas están presentes.

 

Otra cifra que debería encender las alarmas es la relativa al miedo en casa: el 45.8% de los encuestados dice temer discutir o actuar libremente en su hogar. Es decir, casi la mitad vive bajo una forma de represión constante. Y sin embargo, solo el 19.8% ha recurrido a una institución pública para pedir ayuda. ¿Qué nos dice esto? Que el Estado, en sus niveles local y nacional, sigue fallando estrepitosamente en generar confianza.

 

La paradoja es atroz: el 34.1% ha tenido que abandonar su hogar por violencia, pero solo una fracción ha buscado apoyo institucional. El abandono del Estado no es solo simbólico, es práctico. La revictimización, la burocracia, la desconfianza y la impunidad son los agresores invisibles que completan el círculo.

 

Aún más inquietante es el perfil del agresor. INDAGA documenta que el 28.9% de los agresores son la pareja actual, el 25.9% padre o madre, y el 28.5% otros familiares. Es decir, el hogar, espacio que debería representar seguridad, afecto y resguardo, es también el principal escenario de violencia.

 

Los datos en Puebla no están aislados . La violencia doméstica es una epidemia global. Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja. En México, el 70% de las mujeres mayores de 15 años reportan haber sufrido algún tipo de violencia. Pero lo que esta encuesta local pone sobre la mesa es que el miedo no está solo en los golpes, sino en la imposibilidad de hablar, de pedir ayuda, de confiar.

 

¿Cómo se vive bajo ese techo? El 45% de los encuestados dice tener miedo de opinar o actuar en su propia casa por temor a reacciones violentas. El 32% ha sido empujado o golpeado; el 39% ha sido insultado constantemente; el 25% ha sido aislado. ¿Y qué hace el Estado? Lo de siempre: demasiado poco, demasiado tarde.

 

La violencia doméstica no solo destruye cuerpos, también anula voluntades, socava derechos y perpetúa ciclos de sufrimiento intergeneracional. Y mientras tanto, las autoridades locales y federales siguen actuando con ceguera institucional o lentitud paralizante.

 

Es momento de dejar de romantizar la familia como núcleo sagrado y comenzar a verla como lo que muchas veces es: un espacio donde se reproducen violencias estructurales avaladas por el machismo, la desigualdad económica y el silencio social.

 

El trabajo de INDAGA es un espejo incómodo para Puebla y para México. Un espejo que muestra que, mientras no se atiendan con urgencia estas cifras, no habrá hogar seguro, ni paz verdadera en nuestras comunidades.


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