votar es una expresión de respeto mutuo entre los ciudadanos que integran una sociedad, además es la expresión del valor que como ser humano tenemos, basándonos en el respeto a la diferencia
por Vicente Tlachi
Una de las repuestas recurrentes en la población es la que pone título al presente artículo: votar, para qué. Y no es para menos, sobre todo cuando la decepción está de por medio. Cuántos candidatos han pasado a tocar las puertas, a detener en el camino a los viandantes, a atiborrar el oído del escucha a través de la radio y el perifoneo, a ver sus rostros en la televisión y las redes sociales, asegurando que ellos son la mejor opción, que estarán atentos a las demandas ciudadanas, pero cuando ganan las elecciones olvidan sus promesas de campaña, peor aún, olvidan las necesidades de quienes representan y se dedican a servir sus intereses. A pesar de estas realidades, ¿por qué deberíamos ejercer el derecho de votar?
Votar es un derecho humano donde queda manifestado el poder de la individualidad frente a la comunidad. Dicho de otra manera, el mero acto de votar significa que los miembros de una comunidad tienen el mismo derecho, que todos son iguales y que están relacionados de tal suerte que hasta uno de ellos podría ser votado. A esto se le llama política.
Aristóteles, un filósofo griego dijo que el ser humano era un ser social y por ende un ser político en el sentido de que tiene la capacidad de expresar no sólo sus sentimientos, sino también conceptos y valores, además de pensar en mejorar el entorno donde vive. Como un ser político comprende sus deberes y exige aquellos que necesita. Sin embargo, cuando se habla de política casi todos intentamos separarnos de ella, aludiendo que es un ejercicio para gente mitotera y chismosa, y damos por hecho que es un trabajo para aquellos que ejercen un cargo popular, y que lo único verdaderamente político que es votar cada cierto tiempo. Pero pensar de esta manera es una falsa creencia.
Para efectos electorales, ¿para qué sirve salir a votar? La respuesta no solo tiene que ver con nuestra responsabilidad ciudadana, tampoco en hacer señalamientos como el siguiente: “si no votas, no te quejes”. Votar tiene que ver, si lo decimos de manera simple, con que las propuestas de un candidato sean ganadoras, se afiance un partido y se consolide una forma de gobernar; o por el contrario, pierda poder protagónico un partido y se permita la pluralidad de voces dentro de un órgano legislativo como lo es la cámara de diputados y de senadores. Además, al votar también le estamos dando protagonismo al órgano ciudadano que hace posible la elección, así como a las personas involucradas en fungir como organizadores comunitarios del acto de votar.
En México las votaciones permitieron validar un ejercicio democrático cargado de vicios. Sólo así pudo afianzarse el PRI tantísimos años a través del llenado de boletas, los mapaches electorales, el robo de urnas, etcétera. Cantinflas se jactaría de ello en “El patrullero 777”, al decirle a una mujer que sufría suegritis, que el hijo que ya tenía en su vientre votaría por el pri llegada la mayoría de edad. Sin embargo, a pesar de las desavenencias, la sociedad se dio la oportunidad de hacer valer su voto en el 2000, haciendo que el PAN llegara a la presidencia a través de la figura de Vicente Fox. Y le diera una segunda oportunidad al PRI en la persona de Enrique Peña Nieto en el 2012. La sociedad se dio cuenta que ninguno de estos partidos merecía su voto, y en el 2018 se lo dio a AMLO a través de Morena. En estos 18 años, el organismo ciudadano organizador del voto, se afianzó como un organismo necesario en la democracia de un país que busca ser potencia mundial.
Sin embargo, este 2018 se han vuelto a escuchar las voces de fraude. Curiosamente, ahora el organismo señalado de tramposo sea el Instituto Nacional Electoral, al permitir la compra de votos a través de despensas que provenían de programas gubernamentales, de condicionar el triunfo de un candidato con tarjetas de débito que serán activadas si éste gana, del rebase de gastos de campaña y la recolección de credenciales de elector para reforzar el clientelismo; sin contar también que los candidatos a puestos de elección popular sean personas de dudosa reputación, y que incluso, hasta hayan comprado su candidatura.
Lo cierto es que este 6 de junio el ciudadano tendrá la oportunidad de ejercer su derecho a votar desde tres vertientes: ya sea con el voto duro (porque milita en un partido político, depende de un programa social y porque le han coaccionado el voto); el voto con el estómago (porque le tiene odio a cierto partido político, le tiene miedo a equis candidato y porque está cansado de tantas promesas incumplidas); o el voto reflexivo (porque se ha puesto a pensar en su futuro y en su comunidad y se ha dado cuenta que entre las distintas opciones hay una que sí cumple con sus anhelos).
En conclusión, votar es una expresión de respeto mutuo entre los ciudadanos que integran una sociedad, además es la expresión del valor que como ser humano tenemos, basándonos en el respeto a la diferencia. Porque la diferencia da diversidad y la diversidad plantea muchos caminos, que nos llevan a estructurar un orden social, que nos permitan convivir de manera pacífica para el bien común y sin confrontaciones. No podemos ni debemos despreciar el acto, porque también sería menospreciarnos.
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