Alejandro Mario Fonseca
La sorpresa de la semana pasada fue que el Presidente López Obrador presentó en su mañanera la sección Quién es quién en las mentiras de la semana. Dijo que su propósito es “alcanzar una ciudadanía muy consciente, no susceptible de manipulación y que prevalezca siempre la verdad, que es la que nos hace libres”.
“Nada de mentiras, que haya en el periodismo ética, que el periodismo, que el noble oficio del periodismo sea un imperativo ético; además, que se asuma la responsabilidad de que se le debe respeto a la gente, que no se puede mentir impunemente”.
Añadió que en los últimos tiempos, por el predominio de la política “neoliberal o neoporfirista", la mentira en los medios se convirtió en una constante y que no había derecho de réplica. En contraste, aseguró que “ahora sí hay réplica y se garantiza el derecho a la información, no hay censura”, y consideró que “esto es bueno para consolidar la democracia”.
Por ello, señaló que “nadie debe de sentirse ofendido porque el interés general de la sociedad debe estar por encima del personal, por legítimo que sea”.
Enseguida, presentó como encargada de la sección a Ana Elizabeth García Vilchis, una poblana egresada de la licenciatura en Antropología Social de la BUAP y coordinadora de contenidos digitales del periódico La Jornada de Oriente.
¿Qué le pasa al Presidente?
A bote pronto la noticia me dejó desconcertado. Con todo respeto, pensé ¿qué le pasa al seños Presidente? ¿Acaso ya enloqueció? ¿Será el exceso de trabajo, o será que ya sacó el cobre? como decía mi abuelita cuando alguien mostraba lo peor de sí mismo.
Y es que el hecho, basado en legítima defensa, lógico tras tantas calumnias a su gobierno, que no dejan de circular, sobre todo en redes sociales, es alarmante.
Sí, alarmante, porque el Presidente se está erigiendo a sí mismo como el único poseedor de la verdad. Y el monopolio de la verdad es imposible en el análisis del quehacer político: la subjetividad domina incluso al investigador más dedicado.
Sin embargo, no creo que el Presidente esté cayendo en el autoritarismo como algunos analistas se apresuraron a sentenciar. En todo caso se trata de un abuso del micrófono, el señor está desatado y le urge atizar la confrontación, que le sigue redituando apoyos: no se trata de otra cosa más que de más retórica y más demagogia.
Las conferencias mañaneras del Presidente poco a poco se han convertido en un verdadero teatro político. Esa sí es la verdad y para quienes estamos interesados en la política, no hay nada tan apasionante como el teatro político: hay que disfrutarlo.
Y para entender cabalmente el tema, hay que ir a las fuentes. Desde muy joven me aficioné al teatro, y el teatro político es apasionante. Ya he citado en esta columna a Calderón de la Barca, uno de los grandes exponentes del Siglo de Oro español y el pionero del teatro político en lengua hispana. Una de sus obras que me sigue gustando por su sorprendente actualidad es En la vida todo es verdad y todo es mentira.
En la vida todo es verdad y todo es mentira
En Trinacria, Focas es el padre atormentado que debe resolver el enigma que le angustia: encuentra dos jóvenes salvajes, de los cuales uno es su hijo y el otro es el hijo del emperador Mauricio, su desaparecido enemigo al que derrotó y usurpó el trono. Ante el peligro que se plantea para su propia sucesión, tendrá que averiguar cuál de los dos es su hijo o matar a ambos.
Un sucesor y un enemigo potencial, la duda y la certidumbre, la razón de Estado y la legitimidad, el amor y el odio hacen de esta obra una de las más grandes expresiones del teatro político. Esta es la sinopsis de una obra nada sencilla como usted podrá ver.
Para comprender cabalmente una obra de teatro compleja hay que recurrir a un experto, y quién mejor que un experimentado director como el español Ernesto Caballero que la puso en escena en el Festival de Artes Escénicas de Alcalá de Henares en el 2012. Él nos explica:
Se trata de una trama alegórica construida sobre una obsesiva estructura de dos miembros en la que el autor levanta un vibrante retablo cargado de simbología que rehúye toda pretensión de verosimilitud realista.
De un refinado dispositivo escénico donde las imágenes, las palabras y la música se amalgaman en los cuerpos transfigurados de los actores. Los románticos alemanes lo llamaron teatro total. Es una obra eminentemente política que aborda abiertamente la cuestión de la legitimidad del poder y de la razón de Estado.
Un drama filosófico, emparentado con La vida es sueño, donde la problemática barroca entre apariencia y realidad se encarna en la figura del tirano Focas, incapaz a lo largo de toda la obra de alcanzar una certidumbre que oriente sus acciones.
Esa suspensión de juicio irá abismando al protagonista en un creciente estado de desasosiego que le llevará a recurrir a las artes del mago Lisipo para que disponga una representación dentro de la representación y así poder vislumbrar alguna evidencia capaz de aquietar su ánimo.
La farsa electoral
Las conferencias mañaneras del Presidente son ya una farsa política en la que no sabemos qué es verdad ni qué es mentira. ¡Vaya cosa! Pero la medalla de oro, aún cuando el responsable directo no sea el Presidente, se la lleva la pasada contienda electoral en la que ni siquiera sabíamos quién era quién. La izquierda y la derecha se confundieron, los candidatos iban y venían de un partido a otro, se unían o se volvían “independientes”, y lo peor, muchos se acusaban entre sí de los peores ilícitos.
No sabíamos cómo orientar nuestro voto al encontrarnos prácticamente en la incertidumbre total. Estábamos como Focas, en total desasosiego, paralizados por la duda. ¿Acaso necesitábamos desesperadamente recurrir a un brujo, a un mago (encuestador) como Lisipo para que nos montara una farsa dentro de la farsa y nos ayudara a dilucidar quién de los candidatos era el legítimo, el que de verdad se merecía llegar al poder?
Y ya encarrerados, preguntémosles ahora, a los candidatos y candidatas que ganaron: ¿quién de ustedes está dispuesto a renunciar al reino por la vida? ¿Quién está dispuesto a renunciar al dinero, a la corrupción, a la impunidad, por el bienestar social? ¿Quién de ustedes es Heraclio? Y ya para rematar la farsa, todos contestan a coro: