Alejandro Mario Fonseca
Desde Maquiavelo la política exterior (la geopolítica) es la “reina de ciencia política”. Así que me resulta reconfortante releer viejos textos sobre el acontecer mundial y experimentar (jugar) con escenarios posibles sobre la guerra en Ucrania.
Sé que el “futurismo”, tratándose de ciencias sociales es peligroso, porque los imponderables son muchos, sin embargo vale la pena arriesgarse ya que en el camino se aprende mucho.
Me puedo equivocar fácilmente, pero no importa ya que el riesgo se compensa al mantener activas las neuronas y en consecuencia vivimos una guerra civil interna con nosotros mismos, con aquellos entes que debido a la edad avanzada se disputan nuestra lucidez: la consciencia y el olvido.
Y paradójicamente en este difícil patinaje sobre el espejo de la historia reciente y sus posibles desenlaces, recurro a textos viejos (no tanto) que marcaron una época al configurar la totalidad de los debates políticos de finales de los años 90.
Y digo todo esto porque a mediados de aquellos excitantes años de fin de siglo, me toco la suerte de encontrarme en un seminario de filosofía política (dirigido por el Dr. Luis Cervantes en la BUAP) en el que leímos textos de Samuel P. Huntington.
El difícil oficio del futurismo político
Huntington fue politólogo y profesor de Ciencias Políticas en el Eaton College y Director del Instituto John M. Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard. Se le conoce por su análisis de la relación entre el gobierno civil y militar, sus investigaciones acerca de los golpes de Estado en países del tercer mundo y por su tesis acerca de los conflictos sociales futuros. Fue miembro del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, la Presidential Task Force on International Development, la Commission on the United States-Latin American Relationships y la Comission on Integrated Long Term Strategy.
En sus obras formuló los conceptos de sistema político y de régimen político entre otros, que hoy se consideran de referencia obligada en la materia. Se retiró de la enseñanza en 2007 tras 58 años de docencia en la Universidad de Harvard y falleció el 24 de diciembre de 2008 a la edad de 81 años.
En su libro El choque de las civilizaciones (Paidós 1997) nuestro autor nos ofrece los posibles escenarios de la reconfiguración del orden mundial, como resultado del fin de la Guerra Fría.
Originalmente Huntington publicó su teoría en la revista estadounidense Foreign Affairs en 1993 y la transformó posteriormente en un libro en 1996.
Según esto, durante la Guerra Fría los países se relacionaban con las dos superpotencias como aliados, satélites, clientes, neutrales o no alineados; sin embargo, al acabar la guerra los países se relacionarían como Estados miembros de cada civilización, como estados centrales, países aislados, países escindidos o países desgarrados.
Para Huntington las relaciones entre estas variarían normalmente de lo distante a lo violento, situándose la mayoría de las veces entre ambos extremos, siendo la confianza y la amistad raras.
Resulta interesante en un estudio de la Universidad de Stanford que comportamientos de Internet en el intercambio de correos electrónicos muestran tendencias a conformar las grandes agrupaciones correspondientes a las civilizaciones descritas por Huntington.
Ucrania: un país escindido
En el capítulo Rusia y su extranjero próximo, del libro que estoy comentando, Ucrania aparece como la más importante república soviética aparte de Rusia. Aunque a lo largo de su historia eventualmente fue una nación independiente, casi siempre estuvo gobernada desde Moscú.
Sin embargo, Ucrania siempre ha sido un país escindido en dos culturas distintas. La línea de fractura entre la civilización occidental cristiana y la ortodoxia rusa pasa por su mismo centro desde hace siglos.
Ucrania occidental formó parte de Polonia, Lituania y del imperio austrohúngaro. Muchos de sus habitantes han sido adeptos a la iglesia uniata, que practica los ritos ortodoxos pero reconoce la autoridad del papa. Históricamente, los ucranianos occidentales han hablado ucraniano y han sido intensamente nacionalistas.
La población de Ucrania oriental, en cambio, ha sido mayoritariamente ortodoxa y en gran parte ha hablado ruso. Los rusos constituyen el 22 % de la población total ucraniana, y los rusohablantes nativos, el 31 %. A la mayoría de los estudiantes de primaria y secundaria se les enseña en ruso.
Las diferencias entre Ucrania oriental y occidental se manifiestan en las actitudes de sus habitantes. A fines de 1992, por ejemplo, un tercio de los rusos de Ucrania occidental, por tan sólo el 10 % en Kiev, la capital, decían tener animosidad antirrusa.
Dos culturas diferentes
La escisión este-oeste quedó de manifiesto de forma evidente en las elecciones presidenciales de julio de 1994. El presidente en funciones, Leonid Kravchuk, quien pese a colaborar estrechamente con los líderes de Rusia, se presentaba como nacionalista, venció en las trece provincias de la Ucrania occidental con mayorías que llegaban hasta el 90 %.
Su rival, Leonid Kuchma, que recibió clases de ucraniano durne la campaña, venció en las trece provincias orientales, también por mayorías aplastantes. Kuchma ganó con el 52 % de los votos totales: una ligera mayoría del pueblo ucraniano confirmaba en 1994 la opción ortodoxa
Las elecciones expresaban, incluso cristalizaban la escisión entre los eslavos europeizados de Ucrania occidental y la visión ruso-eslava de lo que Ucrania debería ser. No se trata de polarización étnica, cuanto de culturas diferentes.
De todo esto, lo más interesante, es que desde principios de los años 90 entre Rusia y Ucrania había problemas pendientes de gran importancia, relativos a las armas nucleares, Crimea, los derechos de los rusos en Ucrania, la flota del mar Negro y las relaciones económicas. Por lo que Huntington preveía tres escenarios posibles.
La contención de una posible guerra, si es que Ucrania apoyada por Occidente desarrollaba un arsenal nuclear para disuadir la agresión rusa; la escisión de Ucrania en dos Estados separados; y la más probable para Huntington: que Ucrania siguiera unida y aun cuando escindida culturalmente, cooperando estrechamente con Rusia.
Al parecer, a la vuelta de 28 años estamos viendo cumplirse el primer escenario, pero al revés ya que el arsenal nuclear ucraniano es lo que provocó la intervención armada rusa. Lo que está por verse es el desenlace final.