Arturo Romero Garrido
Las grandes tormentas, aquellas que azotan a los pueblos y que devastan todo lo que se interpone en su camino, son en general el resultado de una serie de fenómenos físicos que al conjuntarse liberan energías que se propagan con fuerza desmedida por doquier.
Ese tipo de tempestades no se crean ni aparecen de la noche a la mañana, las antecede un largo proceso de formación del cual se tiene –en la mayor parte de los casos- conocimiento, por lo que es posible siempre y cuando así se desee, tomar las debidas precauciones para aminorar los efectos destructivos que éstas pudieran generar.
Hoy con los métodos modernos de vigilancia y rastreo es posible detectar el momento mismo en que se están gestando las tormentas, a diferencia de los tiempos antiguos en los que solo un pequeño grupo de sabios asistidos por el hábito de la contemplación de la naturaleza eran capaces de intuir lo que se avecinaba.
Cuando el 24 de febrero del año pasado el presidente Vladimir Putin giró la orden para que el ejército ruso iniciara la operación especial en Ucrania, a los diversos analistas de la geopolítica no les sorprendió en absoluto.
Siendo asiduos observadores de las disputas que se venían desplegando, cada vez más frecuentes y de mayor intensidad entre los líderes de ambos países, intuían que era cuestión de tiempo para que el choque de fuerzas entrase en un vórtice del cual ya no podrían escapar…y así fue.
Y es que la esencia de la demagogia que caracteriza a muchos de los líderes que ha tenido la humanidad los arrastra -con una fuerza que no se puede contener- a tomar decisiones que ponen en riesgo de sobrevivencia a la misma población que los llevo al poder.
En este caso, distinguimos el deseo irracional del presidente Zelensky de formalizar la participación de Ucrania como miembro de la OTAN y la reacción sin titubeos de Vladimir Putin por impedir que se concretara tal alianza, lo que terminó por trastocar la estabilidad internacional de una manera como no se había visto en los últimos 80 años.
Esto me hace recordar inevitablemente algunos episodios -con cierta similitud- ocurridos en los años 30 del siglo pasado cuando, de poco en poco, se fueron generando las condiciones propicias que terminarían por desencadenar lo que a la postre sería la madre de todas las tormentas, es decir, la Segunda Guerra Mundial.
Insisto en que las grandes tormentas naturales al igual que los vendavales geopolíticos no se generan de la noche a la mañana, sino que son invariablemente previsibles, aunque eso no signifique que puedan ser detenidas.
Por ejemplo, siendo el líder más férreo de la oposición y halcón de la guerra por antonomasia Winston Churchill avizoró los problemas que vendrían para el imperio británico debido al dinámico desarrollo industrial de Alemania que amenazaba con convertirse en la mayor potencia económica del mundo, pero sobre todo con la decisión unilateral por parte de los líderes nazis de comenzar el rearme de la nación teutona.
La política de apaciguamiento del entonces primer ministro Neville Chamberlain resultaba en extremo permisiva, mientras que del lado francés demasiado temerosa como para actuar por sí sola en una aventura militar, de modo que con el camino despejado los alemanes hicieron o que tenían que hacer.
Al igual que en estos tiempos, en los años 30 del siglo pasado cualquier analista de las relaciones internacionales tenía elementos para vislumbrar lo que sucedería después.
Bastaba con leer una de tantas declaraciones que realizó en su momento el encargado de la propaganda nazi, el poderoso Joseph Goebbels:
“hasta ahora hemos logrado dejar a oscuras al enemigo respecto a las verdaderas metas de Alemania, así como antes de 1932 nuestros enemigos internos nunca vieron adonde íbamos, ni que nuestro juramento de lealtad no era sino un truco…”
“Nos dejaron en paz, permitiéndonos cruzar la zona de peligro, y logramos sortear todos esos arrecifes peligrosos. Y cuando terminamos y estuvimos mejor armados, entonces ellos declararon la guerra.”
¿Iba a permitir V Putin que Ucrania comenzara el rearme del país adquiriendo armas de destrucción masiva de occidente? ¡Jamás! Actuó del mismo modo que lo hiciera Winston Churchill en contra de Alemania.
¿Iba a permitir Inglaterra y Estados Unidos que Rusia se convirtiera en el proveedor absoluto de los requerimientos de gas en Europa, en especial de Alemania? ¡Jamás! Antes forzar la guerra que quedarse absorto como Chamberlain.
Y así es como empezamos el año con nubarrones en el horizonte y fuertes vientos soplando en todas direcciones…con tal pronóstico del tiempo sugiero ser prudentes y traer paraguas a la mano, no vaya a ser.