Arturo Romero Garrido
Históricamente la vida democrática en América Latina ha sido trastocada en numerosas ocasiones por golpes de estado perpetrados por las fuerzas armadas y que han derivado en la mayoría de las veces en posteriores dictaduras militares.
Desafortunadamente las instituciones de los países latinoamericanos siguen siendo endebles para afrontar actos de esta naturaleza, tal pareciera que no hay como hacerle frente al poder de las fuerzas armadas cuando éstas se aglutinan con el fin de derrocar a un presidente.
En el caso de México ya han pasado muchos años en los que no se ha materializado un golpe de estado militar, aunque deberíamos aclarar que una cosa es que no se haya concretado y otra que no se haya intentado.
Veamos; antes de haberse instalado en Palacio Nacional Andrés Manuel López Obrador se manifestaba en contra de la militarización del país al mismo tiempo que criticaba el actuar de Calderón por haber iniciado ese proceso. De hecho, el lema de “regresar el ejército a los cuarteles” se convirtió en una de sus propuestas de campaña formando así parte de su estrategia de seguridad.
Ahora bien, si concedemos que Andrés Manuel tenía en verdad la intención de desmilitarizar el país entonces ¿por qué no procedió?
Encontrar respuestas a preguntas complejas nunca será una tarea sencilla y menos si se trata de política, aun así, siempre valdrá la pena hacer un esfuerzo por encontrar motivos que nos acerquen a la verdad.
Un acontecimiento clave fue el que sucedió el 17 de octubre de 2019 cuando un comando de élite del ejército detenía (por unas horas) en Culiacán a Ovidio Guzmán cumpliendo así una orden de aprensión por parte del Gobierno Americano.
El operativo que en principio parecía todo un éxito terminaría convirtiéndose en una de las pifias más grandes de lo que va del sexenio.
En menos de 4 horas desde que inició el operativo hasta el momento en que se dejó en libertad al capo, el poder de los grupos criminales doblegó al Gobierno Federal y como posteriormente lo admitió el ejecutivo fue él quien diera la orden de soltar a Ovidio Guzmán por temor a un ataque contra la población civil.
Nosotros como simples espectadores detrás del monitor vimos como un operativo del ejército que parecía en principio exitoso terminó siendo un operativo fallido. Pero no solo eso, la imagen de heroísmo y fortaleza del ejército se esfumaron para dar paso a una humillación pública como pocas veces se había visto.
Este hecho dio entrada a un segundo acontecimiento de la mayor relevancia ya que tan solo 5 días después del Culiacanazo se llevó a cabo una reunión en las instalaciones de la Secretaría de la Defensa Nacional donde participaron altos mandos del ejército.
Ahí, con la venia del Secretario de la Defensa Nacional Luis Cresencio Sandoval hizo uso de la palabra el general Gaytán Ochoa quien leyó un discurso cuyo contenido debió de haber prendido todas las alarmas en Palacio Nacional.
En su intervención Gaytán Ocho mencionó que al ejército “nos preocupa el México de hoy, nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados…” al mismo tiempo que juzgaba el actuar al presidente al decir que “ el Ejecutivo viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad…” ufff
De manera pública la primera reacción del ejecutivo fue postear un twitter donde presumía tener el respaldo de todo el país y que la ciudadanía no permitiría un golpe de estado, mejor imposible la frase de a explicación no pedida, acusación manifiesta.
Y es en tiempos convulsos cuando los inconvenientes brotan por doquier y fue en ese justo momento en el que apareció en escena Gilberto Lozano y su grupo FRENAAA pidiendo la renuncia del presidente al tiempo que se disponía a marchar en la Ciudad de México. Con su conocida estridencia Gilberto Lozano era el instrumento perfecto para generar tensión y convertirse en un líder de oposición.
Así, en pocos días diferentes poderes económicos, políticos y militares parecían conjugarse creando un ambiente de incertidumbre.
¿Qué sucedió después? En realidad se desconoce el contenido de las pláticas de alto nivel que sostuvieron en días posteriores el ejecutivo con miembros del gabinete de seguridad y fuerzas armadas, lo que sí es un hecho es que la efervescencia fue desapareciendo muestra de que en la negociación política se llegó a un acuerdo.
Hoy como dijera el presidente “a la mitad del camino” la presencia de las fuerzas armadas se dejan ver en los cuarteles, en las calles, en la frontera y hasta en el aeropuerto, mientras que Gilberto Lozano y su FRENAA ya no inquieta a nadie.