23-Noviembre-2024
En el corazón de Juchitán, Oaxaca, vive una tradición única que trasciende las etiquetas modernas y conecta el presente con el pasado prehispánico: las muxes. Estas personas, nacidas con biología masculina pero que se identifican con el género femenino, son una parte intrínseca de la cultura zapoteca desde tiempos ancestrales.
Ser muxe: identidad y resistencia cultural
“Las muxes no nacen, se hacen”, dice Amaranta Gómez Regalado, activista, antropóloga social y una de las figuras más visibles de esta comunidad. Amaranta recuerda cómo, a los 13 años, se presentó por primera vez con un vestido frente a su familia durante el cumpleaños de su madre. Aunque algunos murmuraron y un tío conservador abandonó la sala, su padre le mostró un apoyo incondicional, blindándola de críticas y validando su identidad ante la comunidad.
Las muxes han asumido roles fundamentales en su sociedad. Tradicionalmente, han sido reconocidas como figuras clave dentro de las familias, cuidadoras y portadoras de las costumbres zapotecas. Sin embargo, Amaranta señala que, aunque la aceptación colectiva ha sido parte de su realidad, aún existen tensiones: “La identificación de género sigue siendo muy hetero y patriarcal”.
Entre mitos y realidades
El concepto de las muxes ha atraído la atención global, pero Amaranta advierte contra las miradas exotizantes. “Se dice que somos de buena suerte para la comunidad, pero eso es parte de los mitos. Lo que realmente cuesta es reconocer que también tenemos erotismo, que nuestras prácticas sexuales y afectivas son nuestras y deben ser visibilizadas”.
El trabajo de las organizaciones muxes, como el colectivo Binni Laanu y Las Intrépidas contra el Sida, fundadas en los años 90, ha sido clave para combatir estigmas y responder a problemáticas como la epidemia de VIH, históricamente ignorada en comunidades indígenas.
El travestismo y las “velas muxes”
Amaranta explica que la vestimenta femenina, tan asociada con las muxes, es relativamente reciente. “En los años 60 y 70, comenzó un doble proceso: primero la aceptación de la orientación sexual, luego la inclusión de la vestimenta”. Desde entonces, las muxes han integrado huipiles y enaguas bordadas, fusionando tradición y modernidad.
Un ejemplo vibrante de esta fusión son las velas muxes, celebraciones que comenzaron como reuniones pequeñas organizadas por activistas como Las Auténticas Intrépidas Buscadoras del Peligro y que ahora atraen a miles de personas, no solo en Juchitán, sino también en la Ciudad de México. Estas fiestas, profundamente arraigadas en la cultura zapoteca, mezclan música, baile y sincretismo religioso.
Modernidad y lucha por los derechos
La vida de Amaranta es un testimonio del equilibrio entre lo local y lo global. Desde su militancia temprana hasta su candidatura como la primera mujer transgénero a diputada en México, su historia refleja los desafíos y avances de las muxes en un mundo en constante cambio.
“En Juchitán hemos logrado sobrevivir adaptando la modernidad a nuestras costumbres, no al revés”, afirma. Su labor como antropóloga y activista incluye la promoción de los derechos sexuales, la preservación del idioma zapoteco y la lucha contra la discriminación.
Una identidad que desafía el tiempo
Las muxes son más que una categoría de género; son un símbolo de resistencia cultural y diversidad en un mundo que aún lucha por aceptar las diferencias. En palabras de Amaranta: “La lengua, las costumbres y la identidad son los pilares de nuestra cultura. Si logramos mantenerlos vivos, podremos seguir construyendo un futuro más inclusivo para todas las generaciones”.
Así, las muxes de Juchitán continúan inspirando a nivel local y global, recordándonos que las raíces profundas pueden sostener los cambios más audaces.