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Lo de los chivos es lo de menos

Alejandro Mario Fonseca

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Lo de los chivos es lo de menos
29 jul., 2021
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El Presidente Andrés Manuel López Obrador ya lleva muchos años insistiendo en que el desarrollo de nuestro país se va a financiar con el dinero de la corrupción  y con la austeridad gubernamental.

Sí, AMLO sigue en campaña. Y es que hay mucha gente que todavía, a pesar de las evidencias que día a día van apareciendo, no le cree. Yo soy de los que sí le creen, pero también pienso que se queda corto, además de que su partido Morena parece trabajar en su contra.

Y si, insisto, dicen muchos ¿pero cómo le va a hacer? “Vemos a muy pocos peces gordos en la cárcel”. Y lo peor, siguen apareciendo abusos y corrupción por todos lados. ¿Cambiará todo procesando a los expresidentes “neoliberales”?

¿Como buenos cristianos seguimos esperanzados en que un gran “chivo expiatorio” (o varios) es lo que nos hace falta para corregir el rumbo?

No lo creo, visto con frialdad yo los invito a que nos demos cuenta de que lo de los “chivos” es lo de menos, es puro show, entretenimiento, lo que importa es de verdad corregir este país.

Y como, al parecer, se trata de hacerlo de a de veras, pues resulta que “esta cañón”, como dicen los jóvenes. Y es que como la cosa va en serio, por todos lados brotan problemas: son muchos años de abuso, despilfarro impunidad y corrupción; y también son muchos los afectados.

Pero ¿quiénes son los más afectados? Pues las élites que han ido heredando el poder sexenal monárquico. Se trata de una pequeña red de clanes ligados a las familias de los gobiernos de la Revolución, que han ido amasando grandes fortunas gracias al poder presidencial.

La soberbia de nuestra sociedad cortesana

Y la mayoría de ellos son pecadores. Pero pecadores en el sentido superlativo de la palabra. La soberbia es uno de los vicios más dañinos que pueda tener el ser humano, aunque se pueda ver en cierta forma muy sutil. Es decir, puede que no sea tan activo como la ira, pero la soberbia es uno de los pecados más difíciles de eliminar.

La persona soberbia demuestra un excesivo amor propio, donde la persona que lo padece no tiene amor hacia los demás. La soberbia puede estar relacionada con muchas otras actitudes similares como: arrogancia, altivez o vanidad.

 Este pecado se alimenta del “ego” que es la necesidad que tiene la persona de ser vanagloriada. Toda persona llena de vanidad padece de soberbia y siempre ve a las otras personas como inferiores.

Aunque la soberbia puede ser considerada como algo beneficioso en algunos aspectos de la vida, es más un pecado de mucha potencia y peligro, por el hecho de que puede pasar desapercibido.

En resumen: la soberbia (del latín superbia) u orgullo (del francés orgueil) es un sentimiento de valoración de uno mismo por encima de los demás. Otros sinónimos son: altivez, altanería, arrogancia, vanidad etc. Como antónimos pueden citarse los siguientes: humildad, modestia, sencillez, etc.

¿La sociedad cortesana en extinción?

Y es precisamente por la soberbia desmedida de unos cuantos que nuestro país está sumido en la pobreza. Somos el paraíso de los contrastes. El del desequilibrio social: las chabolas, los jacales, las vecindades; en suma, de la pobreza, el hambre, la violencia y todo lo demás. 

Y por otro lado las pequeñas zonas residenciales, seguras y lujosas. Lo que nos regresa al tema obligado de estos tiempos aciagos, al de la corrupción y la impunidad. Sin embargo, esta vez quiero matizarlo: se trata de una corrupción ostentosa.

Muchos de los personajes de la clase política que nos ha gobernado no se contentaban con sus altísimos salarios y prestaciones, ni con sus vínculos con el crimen organizado, lo que les permitió amasar grandes fortunas en tiempos record: también les gustaba presumir.

Y es que la “gran cloaca está abierta” y hoy en día todo se sabe. Sí, pero además también los nuevos ricos necesitan presumir, su ego se los exige. Y los viejos ricos también, si no ¿para qué es el dinero? Sólo que estos últimos lo hacen de manera más discreta.

Y así fue siempre, desde Miguel Alemán hasta Peña Nieto, pasando por los gobiernos panistas de Fox y Calderón. El “maestro” Hank González lo sintetizó muy bien: un político pobre es un pobre político. Yo añadiría: en la presunción está la clave.

Y es que los mexicanos somos hijos de la contra reforma. En las sociedades industriales modernas la burguesía profesional tiene normas muy claras que obligan a las familias individuales a subordinar los gastos a los ingresos.

En cambio nuestra alta burocracia heredera de la Revolución, como en la sociedad cortesana del medioevo tardío, parece estar dominada por el consumo de status, si no lo hace pierde el respeto de sus pares; aunque claro mucho de este consumo está garantizado por el erario público, “en el mejor de los casos”.

Una consulta popular innecesaria

Y esto último es precisamente lo que Andrés Manuel López Obrador, a pesar de que su propio parido lo frena, se está atreviendo a cambiar. Su combate a la corrupción y su plan de austeridad son la piedra de toque de la Cuarta Transformación de México. “De ahí saldrán los recursos para financiar el desarrollo”.

Está bien, sin embargo, la “consulta popular” que estamos por vivir, es un error grave por varias razones: legalmente es innecesaria, es cara y  probablemente resulte en un gran fracaso.

Las consultas populares, como apunta Giovanni Sartori, son “sondeos dirigidos”, una auscultación que nos hace caer en una trampa. Y es que no se trata de un instrumento que revelará la vox populi, sino que expresará (en el mejor de los casos) el poder persuasivo de las conferencias mañaneras del Presidente.

Lo que estamos por vivir no es otra cosa más que la confrontación de las arengas matutinas del Presidente con los medios de comunicación que no le son afines. Para decirlo llanamente, es una medición del poder mediático del Presidente.

Así que la consulta le podría resultar hasta peligrosa si es que la respuesta popular esperada es pírrica. Fríamente visto el evento puede pasar a la historia como una mala broma, como una muestra de los excesos del ego presidencial.

Y si del evento resultasen los “expresidentes neoliberales” como los culpables de todos los males que nos aquejan, el problema de fondo seguiría siendo el de cómo combatir la corrupción endémica: lo de los chivos expiatorios es lo de menos.


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