Raúl Chiquito originario de Tlaxcalancingo presenta un excelente relato
En el conversatorio de ayer, en pausa, en Tlaxcalancingo cuando alguien nos deja se dice mo polihui "se pierde", o mo polihuiti "se perdio". Justo esto le sucedió a mi madre cuando la semana pasada, se integro a la naturaleza a sus 84 años de edad. Petra Gabriela era una persona que gustaba mucho de las tradiciones y costumbres del pueblo, y no perdía oportunidad para narrar historias y leyendas que vivió o escucho de labios otras personas. Al terminar el segundo año de primaria la sacaron de la escuela y la enviaron a trabajar a la hacienda de Santa Catarina donde el capataz maltrataba mucho a los peones pero que ella le gustaba. Nos conto como los sábados iban a cobrar a Cholula y pasaban por el manantial cerca de la pirámide a tomar agua y remojarse. También cuando un día, decidió con otras dos compañeras, esperar el tren que pasaba frente al cerrito y subirse a ver hasta donde los llevaba y que no se fueron porque ese día les pagaron mas tarde. Una noche que salieron tarde de casa de su abuela, en todo el camino de regreso los fue persiguiendo un nahual en forma de un enorme perro negro. Nos contaba de los quiajpejque "tiemperos" que acudían a la malinche a recibir sus poderes y que una enorme serpiente les cortaba el paso, para luego llegar a donde una hermosa mujer, la dueña de todo. Peinaba sus largos cabellos que conformaban las nubes. De sus peripecias al cruzar el rio y de su peregrinación al Santuario de Chalma caminando entre cerros y ríos. Una y otra vez nos relato de como viniendo del molino, paso a su lado el tenaca "encuerado" y como todavía volteo a ver si no venia otro entre el maizal. También de cuando se apareció el gallo en coyotepec o de cuando encontraron dinero enterrado en los terrenos del pueblo. Estas y muchas mas historias nos contaba, pero su historia preferida era hablar de su abuela paterna, Doña Maria de la luz. Ella era curandera y nos decía como de pequeña bajaba la canasta donde guardaba la pepita molida, el añil, la pomada de pan puerco, el aguardiente, el tequesquite molido, la pomada de manzana, el ajo, el aceite rosada, el agua de santa maría, el unto, la hierba lengua de vaca, el estafiate. Bajaba la canasta y hurgaba buscando el azúcar cante del que gustaba probar un pequeño trozo. Con todos estos elementos su abuela curaba la tos ferina, la alferecía, el empacho, la pulmonía, la caída de la mollera entre otros males. Nos decía que su abuela nunca aprendió el "castilla" y siempre andaba descalza. También podía ver a los muertos y en todos santos estaba toda la noche preparando los alimentos y veía como llegaban los difuntos después de la media noche. Mi madre, mejor conocida como "petzi" o pepsi cola como algunos le decían, no quiso que aprendiéramos náhuatl para que no nos agredieran los “coyome” y nunca nos hablo en la lengua. Sin embargo, ella platicaba con tíos y parientes en ese idioma y de esta manera aprendimos. Con ellos aprendí los fundamentos del nahuatl y llegue hasta la licenciatura. La maestría la hice con mi abuelo y el doctorado con las sabias palabras de mi abuela. Recibí el “honoris causa” con las tías y abuela del mágico pueblo de san Francisco Ixquihuacan .
Terminando la primaria, mi padre ya nos tenía destinado un lugar en la fábrica donde trabajaba, pero mi madre se empecino que siguiéramos estudiando y así fuimos de los primeros que salimos del pueblo a la ciudad de Puebla a continuar preparándonos. Con el apoyo de ella y el enojo de mi padre, en 1971 me inscribí a la preparatoria "Emiliano Zapata" en plena época de confrontación entre el estado y la universidad donde viví el asesinato de Joel Arriaga y la agresión a la universidad en el tiroteo del primero de Mayo. Me sume a los comités de lucha me deje llevar por la movimiento universitario .Años mas tarde trasladamos esta forma de lucha a Tlaxcalancingo junto a otros compañeros y ya en los años noventa fructificaría con la creación de la Union Democratica de Tlaxcalancingo y el Centro Cultural.
Doña Petzi siempre apoyo todo esto y se sumo cuanto pudo junto a muchas personas del pueblo a esta tendencia hasta nuestros dias. En los años setenta, le gusto mucho el álbum blanco de Mercedes Sosa que una y otra vez me pedía lo repitiera en el viejo tocadiscos mientras ella hacia tortillas, molia chiltech o escogia semillas al tiempo que no paraba de contar sus historias.