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Sin miedo; la transición de República a Imperio.

Arturo Romero Garrido

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Sin miedo; la transición de República a Imperio.
15 mar., 2022
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En la vida de todo hombre siempre llegará un momento definitorio en el que se verá orillado a tomar una decisión trascendental -por lo general sumamente difícil- debido a su complejidad e incertidumbre debido a sus posibles repercusiones.
Llegado este momento y dependiendo de la determinación tomada su futuro como individuo junto con todo lo que él representa o dirige toma un camino del cual ya no es posible dar marcha atrás, así se presentan siempre los momentos de las grandes definiciones.
Claro que nunca ha sido fácil tomar decisiones de gran calado, para la mayoría de los mortales estar en una situación así conlleva a experimentar el peor de los sentimientos; el miedo.
El miedo a equivocarse o el miedo al fracaso con sus diferentes variantes suelen hacer mella en la mayoría de las personas al grado de hacerlas recular de sus propósitos e ideales.  
De esta sensación casi nadie está exento, tan solo un reducido número de líderes a lo largo de historia han tenido la capacidad de ver con claridad que sus acciones pueden tener una relevancia en el porvenir histórico y esto los ha llevado a tomar decisiones sin titubear un solo instante.
Por ejemplo, cuando en el año 49 A.C. Julio César - quien en ese momento llevaba más de 3 años de éxitos militares - era declarado como enemigo público por parte de los políticos conservadores del momento representados por el senado de Roma debido al crecimiento de su influencia y popularidad, el líder militar se vio orillado a tomar una decisión que cambiaría la historia.
Él más que nadie sabía que tenía que actuar y lo hizo cruzando el río Rubicon lo que representaba un acto de abierta rebeldía, una declaración de guerra al mismo tiempo en que pronunciaba una de las frases más gloriosas de todos los tiempos “alea jacta est” la suerte está echada.
A partir de ese momento Julio César sabía que no habría forma de echarse para atrás, no habría espacio para la claudicación ni el arrepentimiento.
En general, la mayoría de los politólogos consideran que en el momento en que Julio César cruzó el Rubicón con autoridad civil y militar al mando de los romanos, la tradición que protegía el gobierno civil de generales ávidos de gloria quedó anulada.
Este hecho histórico marcó el inicio de una nueva era en la historia de la humanidad, significó la transición de la República Romana al naciente Imperio Romano.
Ahora bien, no trato de ninguna manera de vitorear el conflicto que está ocurriendo entre Rusia y Ucrania -nadie en su sano juicio podría hacerlo-, sin embargo, la determinación de Putin me hace recordar el hecho histórico antes mencionado.
En la declaratoria de intervención por parte de Rusia se puede ver a un Vladmir Putin resuelto, decidido, con una confianza en sí mismo que no deja espacio para la duda, ningún resquicio de miedo.
Sabedor que sus decisiones alterarán el orden mundial el presidente de Rusia sostuvo que: “Las circunstancias requieren acciones firmes e inéditas de nuestra parte” al tiempo que justificaba su actuar por petición de parte de las Repúblicas de Donetsk y Luhansk de interceder a favor de ellas, cerrando su comunicado diciendo  que:  “decidí llevar a cabo una operación militar especial…quienquiera que intente detenernos y crear más amenazas para nuestro país, para nuestro pueblo, deberá saber que la respuesta de Rusia será inmediata…”.
A las pocas horas de la declaratoria de intervención el ejército ruso avanzaba hacia el oeste cruzando el río Dniéper –nuevo Rubicon-  al acecho de Kiev a sabiendas de que no habría marcha atrás.
¿Podrá este hecho histórico marcar la transición de la República Rusa al resurgimiento del Imperio Ruso? está por verse, pero lo que sí es seguro es que el mundo unipolar está llegando a su fin.
Mientras tanto, desde sus oficinas centrales el poderoso Xi  Jinping observa a lo lejos los acontecimientos de Eurasia y esboza una sonrisa tan característica en él, un tanto enigmática, un tanto discreta.
Poco después, observa en el planisferio la pequeña isla de Taiwán y con un sentimiento de autosuficiencia -tan peculiar de los grandes líderes- comenta a sus cercanos que el adagio de “un país, dos sistemas” está cerca de concluir.
Por cierto, ¿cómo se dice “alea jacta est” en mandarín?...

 

 


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