Alejandro Mario Fonseca
En lo que va de este encierro, me han sucedido cosas buenas y cosas malas. Y como hay que ser optimistas, si es que queremos vivir bien y en armonía con nuestros semejantes y con todo lo que nos rodea, debemos compartir las buenas. Ahí va una.
De niño, cuando cursaba sexto año de primaria hubo un concurso de esos en los que los niños recitan versos de memoria. Yo gané y el premio fue un hermoso librito ilustrado, basado en la novela Moby Dick de Herman Melville; era una adaptación para niños.
No se adonde quedó aquel regalo, es una lástima, lo perdí. Pero lo que sí sé es que por asares del destino nunca pude leer el texto original, que desde luego es para adultos. ¡Urra! lo acabo de leer y en una muy buena traducción publicada por Alianza Editorial.
Herman Melville (1819-1891) fue un escritor, novelista, poeta y ensayista norteamericano. Entre sus libros más conocidos están Taipéi (1846), basado en sus experiencias en la Polinesia y su obra maestra, Moby Dick (1851), hoy un clásico de la literatura universal.
Es una novela que narra la travesía del barco ballenero Pequod, comandado por el capitán Ahab, junto a Ismael y el arponero Queequeg en la obsesiva y autodestructiva persecución de una gran ballena blanca.
Al margen de la persecución y evolución de sus personajes, el tema de la novela es marcadamente enciclopédico ya que incluye detalladas y extensas descripciones de la caza de las ballenas en el siglo XIX y muchos detalles sobre la vida marinera de la época.
Quizá por ello la novela no tuvo ningún éxito comercial en su primera publicación, aunque con posterioridad haya servido para cimentar la reputación del autor y situarlo entre los mejores escritores estadounidenses y del mundo.
¿De quién es él pez?
No le cuento más, tan sólo le comento que Moby Dick es una obra de profundo simbolismo en la que los críticos suelen considerar que comparte características de la alegoría y de la épica.
Y lo más interesante: incluye referencias a temas tan diversos como biología, idealismo, jerarquía, obsesión, política, religión, y venganza. Se trata de un clásico, Melville era un hombre sabio.
Y lo que hoy quiero es referirme a un parágrafo en especial, el 89 titulado Pez sujeto y pez libre. ¿Por qué? Porque me viene muy bien como analogía irónica para la noticia que quiero comentar en la parte final de este escrito.
Se trata de una explicación de las leyes y reglas de la pesca de ballenas en aquella época. La pregunta esencial es ¿de quién es la ballena, del que la cazó o del qué la atrapó y la posee?
Y la única respuesta está en el decreto legislativo holandés, promulgado por los Estados Generales en 1695, que se reduce a dos preceptos: 1. Un pez sujeto pertenece a aquello que lo sujeto; y 2. Un pez suelto es un blanco legítimo para cualquiera que pueda atraparlo primero.
El autor nos ofrece ejemplos típicos del litigio en cuestión, que llegan incluso a importantes debates ante tribunales y jueces. La conclusión es que las dos leyes se encuentran en los fundamentos de toda jurisprudencia humana.
Y sí, dejando de lado el modo en que una cosa se transforma en posesión, la posesión es la mitad de la ley. Y si la doctrina del pez sujeto es aplicable por lo general, la doctrina afín del pez suelto lo es aún más aplicable. Es más, son aplicables de manera internacional y universal. Y aquí viene lo más interesante, Melville se pregunta:
Melville resulta posmoderno
¿Qué era América en 1942 más que un pez suelto, en el cual Colón clavó el estandarte español, mediante la puesta del arpón de marcado, para sus reales señor y señora? ¿Qué era Polonia para el Zar? ¿Qué era Grecia para los turcos? ¿Qué era la India para Inglaterra? ¿Qué será por fin México para los Estados Unidos? Todos peces sueltos. (Le recuerdo, Moby Dick fue publicado en 1851).
Pero en el texto de Melville hay algo mucho más profundo, mucho más interesante, porque concluye el parágrafo preguntándose: ¿Qué son los derechos humanos y las libertades del mundo sino peces sueltos? ¿Qué son las ideas y opiniones de los hombres sino peces sueltos? ¿Qué es el principio de la creencia religiosa sino un pez suelto?
Y todavía más a fondo: ¿Qué son los pensamientos de los filósofos para los literatos palabreros, contrabandistas y ostentosos? ¿Qué es el mismo gran globo sino un pez suelto? ¿Qué eres tú Lector, sino un pez suelto y también un pez sujeto?
Y yo me pregunto, ¿qué diría Melville si le hubiera tocado vivir en nuestra época? Y es que los grandes cazadores de peces sueltos de nuestros días son los gringos (incluidos los europeos), lo chinos y los rusos; que aquí nos tienen en medio de una terrible pandemia, aterrorizados, comprándoles sus vacunas. Y el virus fortaleciéndose, mutando y cada vez más agresivo.
Pero ya me deje llevar por las emociones, por los sentimientos. De lo que yo quería hablar es de la interesante noticia del pasado sábado 28 de agosto, en la que el Canciller mexicano, Marcelo Ebrard, parece decirle “adiós” a la actual Organización de los Estados Americanos (OEA) y propone sustituirla por un organismo que contemple “otra relación entre América Latina y el Caribe y los Estados Unidos“.
Marcelo: el delfín de AMLO
Sí, México está retando al más grande depredador de toda la historia, a los Estados Unidos de Norteamérica, lea usted:
“¿Cuál es la propuesta de México? Adiós a la OEA en su sentido intervencionista, injerencista y hegemonista y que venga otra organización que construyamos en acuerdo con Estados Unidos para el siglo XXI”, expresó entre aplausos el Canciller durante la reunión plenaria de senadores del gobernante Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Este objetivo fue planteado por el Presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, durante la reunión de julio en México de cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en lo que Ebrard consideró “el discurso más brillante en materia de política exterior en mucho tiempo”.
El Canciller mexicano dijo que “alguien le tiene que mandar un oficio” al secretario general de la OEA, Luis Almagro, para que le expliquen que “el mundo cambió” y que dicho organismo “no puede seguir siendo un instrumento de intervención”. (Cfr. Sin embargo.mx; 29/08/2021).
Mis mejores deseos para AMLO y para su delfín Marcelo Ebrard, ojalá la cosa vaya en serio y llegue a buen puerto; habría que ver cómo van sus alianzas con los chinos y con los rusos; porque México sólo, con la apabullante deuda externa y con los compromisos del T-MEC no lo va a lograr nunca, a menos que se trate de un teatro.