Arturo Romero Garrido
La fe como base de un Pacto Social Espiritual.
Se acerca una vez más el fin de año y con ello no puedo evitar de reflexionar con ustedes sobre todas las experiencias y aprendizajes recibidos en este ciclo de la vida.
Algunas de ellas han sido en el plano laboral, otras en el ámbito social, sin embargo, las más importantes fueron las referentes al entorno espiritual y la razón es simple puesto que la verdadera esperanza para un futuro mejor -personal y colectivo- se basa precisamente en esforzarse por lograr un nivel de espiritualidad mayor.
Quizás lo anterior se escucha un tanto religioso, hasta parece que estoy escuchando hablar al padre, pero si desglosamos el concepto descubriremos todo el trasfondo contenido en ello.
Podemos iniciar señalando que solo el hombre que es iluminado por la fe – entendido en su significado más profundo como el amor y la confianza en la pareja, en la familia, en los amigos, etc. – resulta en un agente de cambio en la sociedad en la que vive.
Es decir, esta conducta emanada de lo más profundo del individuo se convierte sin duda en el mejor instrumento de transformación social la cual tiene como punto de partida el núcleo de toda comunidad: la familia.
Dicho de otra manera, la verdadera –y única- esperanza del país, la transformación que tanto necesitamos no viene de elementos externos sino de nosotros mismos, reside en cada padre de familia, en cada hijo e hija.
Y es la fe del hombre la “gracia” que nos puede guiar a una realización integral plena y traernos en consecuencia la paz.
Al final, podemos deducir que todo lo que existe y sucede en este mundo está interconectado y que sus repercusiones terminan llegando a nosotros en forma de eventos virtuosos o dañinos.
También podemos afirmar que existe una cadena insoluble que vincula al hombre con la familia, así como a la familia con la sociedad.
Entonces, concluimos que la anhelada transformación de nuestra ciudad parte de que su núcleo social, es decir, las familias que la habitan se renueven estableciendo un nuevo pacto comunitario basado en el respeto y amor de cada uno de sus individuos.
¿Se refiere lo anterior a un nuevo pacto social “espiritual”?...
Al respecto Jean J Rousseau en su libro el pacto social comentaba que en tiempos del imperio romano los encargados del gobierno determinaron que las Leyes no fueran impuestas de arriba hacia abajo.
Todo lo contrario, su sabiduría les hizo ver que debía de ser el mismo pueblo el que debía de autorregularse creando ellos mismos las propias reglas del juego. Es decir, las Leyes serían creadas por el pueblo y no por la autoridad, de abajo hacia arriba.
De este modo, la imposición del orden por parte del gobierno sería mínimo puesto que la gran mayoría del pueblo estaría de acuerdo con las reglas de convivencia establecidas.
Regresando a la actualidad, resulta muy fácil señalar que la solución somos nosotros mismos…parece la cantaleta de siempre.
Pero, si observamos, el momento histórico en que estamos viviendo resulta sumamente complejo para el hombre y, por tanto, para las familias ya que existen diferentes elementos que trastocan la convivencia pacífica y las condiciones de bienestar.
De hecho, las diferentes variantes del individualismo –anteponer el interés particular sobre el general- terminan por generar una sensación de injusticia difícil de solventar por aquellos que lo sufren.
Por ejemplo, si de injusticias económicas hablamos podríamos señalar la pugna histórica entre el rico y el desposeído, donde el individualismo disfrazado de avaricia no le permite ver al millonario que no es necesario aumentar su fortuna a costa del alto precio de sus productos o de los bajos salarios de sus trabajadores.
En este sentido Jean J Rousseau también señaló que: “La igualdad en la riqueza debe consistir en que ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, ni ninguno tan pobre que se vea precisado a venderse.”
Y así como hay injusticias salariales, existen también una gran cantidad de inequidades de toda índole que deterioran los elementos fundamentales para establecer una convivencia armónica.
Así pues, el individualismo en sus diferentes vertientes se convierte en un obstáculo para la felicidad del hombre y sólo la fe como base de un nuevo pacto social espiritual puede enmendar tal alteración.
Finamente, a todo esto, hay que añadir una ulterior reflexión que viene al caso en esta época del año caracterizada por las reuniones familiares en navidad y año nuevo.
La naturaleza divina nos ha hecho seres imperfectos, dados a cometer errores y faltas, en algunas ocasiones sin darnos si quiera cuenta.
En estos casos, otro acto de fe que nos ayudaría mucho como personas que buscamos la paz interior es el de pedir u otorgar perdón…ufff.
Y es que el perdón es sin duda un acto de generosidad que es muy difícil de ejercer, pero que creo firmemente que es un elemento que contribuye como pocos a vivir en paz.
Espero que las reflexiones anteriores sean de provecho para todos mis queridos lectores, hasta el próximo año.