Arturo Romero Garrido
Cuando una persona escucha la palabra rebelión normalmente viene a la cabeza la idea de que se trata de un movimiento de lucha por parte de un grupo esencialmente oprimido, humillado y desfavorecido que tiene como objetivo sublevarse de la autoridad que abusa de su cargo.
A lo largo de la historia podríamos contabilizar un sinnúmero de rebeliones de toda índole que los menos favorecidos han llevado a cabo para intentar romper las cadenas que los subyugaban.
Una de las historias mejor conocidas es la que nos presenta George Orwell en La Rebelión de la Granja donde un personaje conocido como el señor Jones dueño de la granja Solariega y quien llevaba a cabo su labor de manera cotidiana fue sujeto de una conspiración por parte de sus víctimas cotidianas; los animales de la granja, especies inferiores en todos los sentidos.
Hartos de su condición de prisioneros cautivos –debe ser horrible encontrarse preso y estar esperando el momento en que el granjero decida llevarte al cazo para hacerte carnitas- un buen día deciden esperar a que el señor Jones se vaya a dormir después de la trilla que se había llevado durante su jornada de trabajo para llevar a cabo una reunión que a la postre lo cambiaría todo.
En la congregación en la que participaron toda clase de animales se llegó a una determinación; no volverían a ser tratados como prisioneros por un humano…la rebelión había comenzado.
El resto de la historia ya es conocida por todos, tristemente la administración de la granja Solariega por parte de los cerdos no cambió en mucho la forma en la que vivían los animales.
Pero regresemos al tema fundamental que quiero abordar o como dijera el líder de la rebelión el cerdo de nombre Napoleón; ¡Basta de demoras camaradas ¡.
No creamos que las rebeliones son exclusivas de los subordinados, para nada.
También sucede que cuando la tradicional clase dominante –en este caso la vieja burguesía que durante siglos ha estado acostumbrada a mandar y que gran parte de su elevado estilo de vida se ha basado en la explotación laboral de sus vasallos o colonias)- ve indicios de que su estatus está en riesgo, se decidan a poner en marcha una conspiración para detener tal suceso.
Así deberíamos de entender las declaraciones que en mayo de este año emitiera el expresidente del Consejo de Ministros de Italia, el poderoso Mario Draghi cuando en una reunión con el presidente Joe Biden propusiera la necesidad de crear un “cartel de compradores de petróleo” para convencer a los países productores de aumentar la producción y así bajar los precios.
Resulta que los países occidentales precursores en la implementación del libre comercio y que toda la vida se han manifestado en contra de que el Estado manipule el mercado, están ahora resueltos a establecer (imponer) techos en los precios de las materias primas fundamentales.
Por supuesto que la propuesta presentada en la Casa Blanca quedó corta y no se ha podido implementar, entre otras cosas, porque Arabia Saudita -mayor exportador de petróleo en el mundo- se ha mantenido firme en la decisión de no disminuir su producción a pesar de las presiones políticas de los países europeos y de la administración Biden.
De modo que, hasta este momento, la rebelión de los países ricos no ha dado resultado, manifestación clara de que cada vez poseen una menor capacidad de negociación política.
Seguro que extrañan los viejos tiempos en los que Rusia se tambaleaba económicamente al tiempo que era desmantelada desde adentro por los oligarcas rusos que se encargaban de vender grandes cantidades de petróleo a precios bajos en el mercado negro, como bien lo señalara en alguna ocasión el periodista de The Times William Rees: “…el creciente abastecimiento del petróleo ruso fue robado por los oligarcas o cleptócrtas de la era Yeltsin; el actual gobierno ruso –muy razonablemente- desea recuperar el petróleo ruso de los hombres quienes se lo auto-vendieron, a precios de remate, en la década de los noventa.”
Esto me hacer recordar inevitablemente un fenómeno similar (aunque en mucho menor escala) que sucedía en México; el robo de combustible en diferentes zonas del país en donde al igual que como sucedía en la Rusia de la era Yeltsin, se trafica en el mercado negro a precios más bajos que los de cualquier gasolinería.
Por otro lado, vale la pena mencionar que, si bien es cierto que el precio del petróleo está influenciado por la regla básica de “la oferta y la demanda”, Mario Draghi omite en su mensaje el efecto que está teniendo la guerra en el alza de los energéticos.
¿Qué no sería más efectivo que el expresidente del Consejo de Ministros de Italia propusiera un alto al fuego?...
Mientras todo esto sucede, Aramco la gran empresa petrolera Saudí se consolida como la compañía más importante del mundo, de modo que para todos aquellos que creían que el fin de la era del petróleo estaba cerca y que las refinerías eran cosa del pasado, tenemos que decir que se han equivocado.
Al día de hoy, no hay nada más valioso que el petróleo por la simple y sencilla razón de que es la fuente de energía que mueve al mundo.